Encerrado en una cabina de máxima seguridad, Roberto José Carmona (63) fue el centro de la primera audiencia del juicio por el crimen del taxista Javier Bocalón.
Con el pelo largo y entrecano, el rostro adusto, surcado por el paso de los años tras las rejas, el criminal más temido de la provincia mantuvo la mirada firme hacia la zona donde estaban los parientes y allegados del taxista y los representantes de las partes involucradas en el juicio, que se lleva adelante en la Cámara Octava del Crimen de Córdoba.
“Lo maté porque prefirió el auto, su medio de trabajo, a su vida”, dijo antes de agregar: “Soy un predador, un lobo solitario”.
Una vida entre cárceles
Roberto José Carmona saltó a la fama criminal en 1986 tras secuestrar y asesinar a la adolescente Gabriela Ceppi a quien capturó en las afueras de Carlos Paz.
Tras ser detenido y confesar el lugar donde había dejado el cuerpo, en el juicio nunca se llegó a comprobar si violó a la chica de 16 años y ese es un tema lo acompaña hasta estos días.
Justamente, el abogado de la querella, Carlos Nayi, planteó en la acusación previa al inicio de las testimoniales que el historial de Carmona se inició con ese feroz asesinato que conmocionó a la sociedad cordobesa en los años ’80. Y dijo que, tras violar a la joven, la ultimó de un balazo para luego esconder el cuerpo cerca de la localidad de Toledo, en el Gran Córdoba.
Sin ocultar su furia, desde su caja máxima seguridad Carmona fustigó al abogado al señalar que esa acusación le costó la vida a dos compañeros de prisión que se atrevieron a llamarlo violador. En 1994 mató Héctor Bolea y en 1997, a Demetrio Pérez Araujo.
“Debería informarse mejor cuando va una audiencia como esta. Jamás he sido condenado como violador en el juicio de Gabriela Ceppi. Personas como usted hicieron posible que yo matara a otras personas por calificarme de la manera que usted me calificó”, dijo Carmona mirando al abogado Nayi. “Por decir lo mismo que usted dijo tuve que mandar al lado del Señor a dos personas”, agregó.
Por qué llegó desde Chaco a Córdoba
Por un increíble artilugio legal, Carmona estaba preso en la cárcel de Roque Sáenz Peña, en Chaco, y consiguió que la jueza Ligia Duca le habilitara un régimen de visitas a su esposa, Ángela Etudiez, en su domicilio de barrio de Las Violetas, Córdoba.
Dos o tres veces por año, una comitiva compuesta por cinco agentes penitenciarios chaqueños viajaba más de 800 kilómetros para que Carmona accediera a ese beneficio que le había dado la legislación vigente a partir de un legajo de buena conducta.
Es por eso que el 13 de diciembre de 2022, Carmona había llegado a la casa de la calle Formosa al 100, en la que debía permanecer hasta las 18 para volver al penal de máxima seguridad de Bouwer (Córdoba). Después de cumplir con su visita, debía salir al día siguiente de regreso hacia Chaco.
Pero ese día el país estaba virtualmente paralizado por la semifinal del Mundial de Qatar en la que Argentina enfrentaba a la selección de Croacia.
Y Carmona aprovechó que sus custodios estaban prendidos del televisor de la casa para emprender la huida que se transformó en un raid criminal que se esparció como un virus por las desiertas calles de la capital cordobesa.
A unas cuadras de la casa de su mujer, el asesino serial abordó el taxi que conducía Javier Bocalón (45) y en medio de su plan de escape le asestó seis puñaladas mortales. Llevaba consigo un cuchillo de color rojo y negro con la inscripción Tandil, República Argentina. Y si bien intentó tomar el control de la conducción del Chevrolet Corsa, el auto terminó estampado en un poste en la esquina de Santa Ana y Félix Paz.
A los pocos metros, en el estacionamiento de un supermercado amenazó a una pareja que estaba con el auto en movimiento a punto de hacer compras. Les arrebató el auto y apareció luego en otro punto de la ciudad frente a la Clínica Vélez Sarsfield donde forcejeó con dos mujeres para que les dieran las llaves de un automóvil. A las dos les produjo heridas leves con el mismo cuchillo con el que había asesinado al taxista.
Carmona fue capturado por la Policía después de hacer un verdadero desastre en las calles de Córdoba.
Estupor y dolor
El total desparpajo que mostró el asesino serial más temido de Córdoba al referirse a los hechos que lo llevaron una vez más al banquillo de los acusados, sorprendió a todos incluyendo al fiscal y los jueces.
“Soy socio vitalicio”, respondió cuando el fiscal de cámara, Héctor Almirón, le preguntó si había estado en un juicio alguna vez.
Luego, ante una requisitoria del abogado querellante sobre si sentía algún tipo de remordimiento o arrepentimiento por el crimen del taxista, respondió: “¿Cambia algo? ¿Lo voy a resucitar?”.
Y apuntó a que en varias oportunidades vio por televisión o leyó notas que le hicieron a Raúl Bocalón, papá del taxista y sostuvo: “Este hombre hablaba sobre la corrupción penitenciaria que existe en el Chaco, y de los jueces. Pensé en ese momento: se queda corto con todo lo que mencionaba. Nunca tuve que sobornar a nadie para tener salidas transitorias”.
Carmona aseguró que mató al taxista porque “priorizó el auto antes que su propia vida” y no quiso dar precisiones sobre el destino final que tenía en su mente esa fatídica tarde si no lo atrapaba la Policía.
“Retumba en mi cabeza: no me mates, no me quites mi herramienta de trabajo. Él eligió el auto. Yo ya era un depredador”; recalcó Carmona y repitió: “Soy un maldito lobo solitario”.
Y en tono de confesión, señaló: “En Córdoba me fugué porque el ego pudo más que el amor. Fue muy cobarde de mi parte, traicioné a mi esposa”.
Con ese mismo objetivo, el de desligar del caso a su esposa, que afronta cargos por su presunta complicidad con la huida, Carmona expresó que el cuchillo que usó para matar a Bocalón y herir a las dos mujeres en la tarde del 13 de diciembre de 2022 se lo facilitó uno de los guardiacárceles que lo trasladó a Córdoba al que le pagó 15 mil pesos.
La desazón de la familia
Los familiares del taxista asesinado siguieron el terrible testimonio de Carmona a pocos metros de la caja de seguridad ubicada a un costado de la sala de audiencias.
Al salir del lugar se mostraron visiblemente conmovidos por lo que habían visto y escuchado.
“No es una persona, ni siquiera un animal, porque el animal no actúa con ese instinto”, sostuvo Raúl Bocalón, padre del taxista a Cadena 3.
Y se preguntó: “¿Vino (a Córdoba) a ver la mujer por amor o a dispararse?”.
Bocalón señaló que en ningún momento pidió disculpas y no mostró arrepentimiento. “Se justificó porque no le dio el auto. Pero no hacía falta matarlo, lo amenazas y lo bajás del auto”, indicó y agregó: “Me entra más la versión que hizo algo aquí para quedarse en una cárcel de Córdoba”.
La Policía Civil identifico a Juan Ramírez , una persona en situación de calle, como el autor del crimen de un consultor de gestión industrial. Según testigos, ambos discutían asiduamente.
Un argentino fue detenido acusado de asesinar a un empresario alemán residente en Brasil, a quien quemó vivo dentro de una vivienda, en la ciudad balnearia de Penha, en el norte del estado de Santa Catarina, en el sur del país, informó la policía civil.
El argentino fue identificado como Juan Ramírez, una persona en situación de calle, que fue detenido el sábado pasado por la policía está acusado de asesinar al alemán Dietmar Frenkle, de 64 años, un consultor de gestión industrial residente en Brasil.
Testigos citados por un portavoz de la Policía Civil (investigaciones) indicaron que ambos discutían asiduamente.
Según la policía, después de una discusión entre ambos, Ramírez encerró al alemán dentro de una casa de madera a la que prendió fuego.
El alemán era conocido por participar de proyectos sociales destinados a la población en situación de vulnerabilidad en la región norte de Santa Catarina, informó el comisario Rafael Lorencetti en conferencia de prensa.
Este miércoles 15 de julio, la Cámara de Diputados le dio media sanción al proyecto de ley que busca la ampliación de la Corte de Justicia de Catamarca. De esa forma, de cinco miembros pasaría a tener siete.
Esta iniciativa no escapó de la polémica. El diputado provincial, Carlos Molina, utilizó sus redes sociales para expresar su posición ante la media sanción del proyecto.
“La vida y le contrato social de un Estado, en este caso Catamarca, no se construye con picardías. Sí con institucionalidad y seriedad. Esto rompe la convivencia pacífica en la provincia, el oficialismo asesino la división de poderes”
Carlos Molina en twitter
La vida y el contrato social de un estado , en este caso Catamarca no se construye con picardías, si con institucionalidad y seriedad, esto rompe la convivencia pacifica en la provincia,el oficialismo Asesino la división de poderes @MarceloSosa48@RaulJalil_ok@radiovalleviejo
Retrocedimos 80 años institucionalmente, yo dije que no había que confiar en los Dictadores de buenos modales, el problema no es lo que dicen si no lo que hacen, dejan grandes dudas sectores de la oposicion que con su experiencia legislativas permitieron que esto ocurriera
Esta iniciativa -la cual es del diputado provincial del Frente de Todos, Augusto Barros- propone que “modifícase el artículo 1° de la Ley 2337 Orgánica del Poder Judicial (texto según Ley 5473), el que queda redactado bajo la siguiente manera: Artículo 1°. – El Poder Judicial de la provincia de Catamarca es ejercido por una Corte de Justicia, compuesta por siete (7) miembros, y por los demás tribunales y juzgados inferiores que establezca la ley”.
Como todos los días a las siete en punto de la tarde sonó el teléfono en la casa de los Jones en Red Bank, en el estado de Carolina del sur, Estados Unidos.
Atendió Timothy, 31, divorciado y padre a cargo de 5 hijos. Del otro lado de la línea, estaba su exmujer Amber Kyzer de 29 años. Detrás de la voz agitada de su exmarido ella podía escuchar un barullo no habitual. Oyó que Nahtahn, que tenía 6 años y era el segundo de sus hijos, lloraba. Pidió hablar con él. Nahtahn apenas podía enhebrar las palabras, estaba sin aliento.
Amber oía que Timothy gritaba enojado porque Nahtahn había provocado, un rato antes, un corte de energía eléctrica. El pequeño le contó angustiado a su madre que había sido sin querer: “Mamá, no fue a propósito te lo aseguro…”. Amber intentó calmarlo: “Te creo hijo, tranquilo”. Pero su respiración no se recuperaba.
Timothy, que escuchaba atentamente la conversación entre madre e hijo enloqueció, le quitó el teléfono a Nahtahn de las manos y vociferó: “¡¿Por qué vos siempre estás defendiendo a los chicos?! ¡¡Callate la puta boca!!”.
Amber llamó 7 veces más, pero nadie respondió. Esa había sido la última vez que hablaría con sus hijos.
El infierno acababa de encenderse.
Una rabia incontrolable
La casa donde ocurrieron los asesinatos.
Era la tarde del jueves 28 de agosto de 2014 cuando se despertó el monstruo intramuros en el hogar de la familia Jones. Poco después de volver del colegio empezaron los problemas. El castigo a Nahtahn estaba en curso cuando llamó su madre. Había arrancado un par de horas antes.
Timothy Ray Jones Jr, así era su nombre completo, quería que su hijo escarmentara por haber provocado un peligroso cortocircuito jugando con los enchufes. Lo puso a hacer flexiones y sentadillas sin descanso en el medio del living. Finalmente, dice Timothy, lo mandó a la cama donde Nahtahn se desplomó… para siempre.
Caído Nahtahn su padre no llamó a emergencias, ni a la policía, ni a nadie. Mientras él elucubraba qué hacer, sus hijos contemplaban pasmados el cuerpo de Nahtahn. A la una de la mañana, Timothy quiso fumar. Se le habían acabado los cigarrillos. Le pidió a su hija mayor Merah, de 8 años, que fuera con él. Subieron a su auto Cadillac Escalade y manejó hasta un kiosco de la zona. Elías, de 7 años, quedó aterrado esperándolos, cerca de su hermano fallecido. Gabe (2) y Abigail Elaine (1), los más pequeños, dormían.
Cuando volvieron, su padre se dijo en voz alta: “Mi vida se fue a la mierda”. Tanto Merah como Elías estaban en pánico. Su padre fumó un par de cigarrillos mientras decidía qué hacer con su futuro. Acabaría con todos. Con toda esa vida que tenía. Y lo que nadie jamás podía haber imaginado, ocurrió.
Primero se dirigió a su hija Merah. Las últimas palabras de su primogénita, según sus propios dichos, fueron: “Papi, te quiero”. Cerró sus manos sobre su cuello hasta que ella dejó de pelear y moverse. Luego fue por Elías y repitió la operación: manos firmes alrededor del cuello hasta que llegó la quietud.
¿Habrá presenciado Elías la muerte de Merah? ¿Habrá querido escaparse? ¿Habrá gritado pidiendo ayuda? ¿Habrán despertado sus gritos a los más chicos? No lo sabemos.
Con los mayores inertes, Timothy fue a buscar a los menores que descansaban indefensos en sus camas. Pero encontró con sorpresa que sus manos resultaban muy grandes para tan pequeños cuellos. Recurrió entonces a un cinturón que les enroscó en la base de las cabezas y apretó con determinación. No dudó. Primero Gabe, luego Abigail.
¿Se habrán despertado? ¿Se dieron cuenta de que las manos de su propio padre eran las que estaban ahorcándolos? No lo sabemos.
Lo que sí se sabe es que actuó como un depredador frente a sus presas: primero eliminó a las que ofrecerían más resistencia dejando para el final a las más vulnerables.
Timothy estaba lleno de rabia. Una furia candente se acumulada, desde hacía meses, en su interior.
No solo estaba enojado por el corte de energía y la llamada protectora de la madre de sus hijos. El creía que Merah y Nahtahn estaban complotados en su contra con los servicios sociales para que le revocaran la custodia: en los últimos seis meses una maestra y una babysitter lo habían denunciado a las autoridades. Las dos veces fue Nahtahn la víctima que habían detectado maltratada. Nahtahn, el que siempre lo sacaba de quicio con sus actitudes. No casualmente sería el primero en morir.
En la cúspide de su ira estaba el hecho de que su exmujer lo hubiera abandonado por un vecino mucho más joven. Eso horadaba su permanente inseguridad. Se sumaba que sus nuevas relaciones de pareja tampoco funcionaban. Aquella tarde mortal su cólera estaba a punto de ebullición.
Un rato después de haberlos estrangulado Timothy dispuso los cuerpos sobre unos plásticos y sábanas en su auto. Manejó sin rumbo fijo, durante una semana, por el sudeste de los Estados Unidos. Durmió con los cuerpos dentro del coche, pero el olor se volvió imposible. Los metió en bolsas de basura y los tiró en un área boscosa, en una zona rural de Camden, Alabama.
Los cinco hijos de Timothy Jones, todos asesinados por su padre. Foto: MCT
Mientras, las autoridades y su madre Amber, los buscaban intensamente. Como era el progenitor que tenía la custodia principal no se había activado la famosa Alerta Amber, el veloz sistema de búsqueda de menores secuestrados en los Estados Unidos. Pero aun así el Sheriff McCarty, con su equipo de policías, contó con la asistencia del FBI para buscar a Timothy Jones y a sus 5 hijos.
Nueve días después, el sábado 6 de septiembre de 2014, en un simple control caminero en Mississippi, un oficial de policía detectó “olor a muerto” en el Cadillac Escalade. Revisó el automóvil y encontró sangre, gusanos y marihuana. Al chequear la patente descubrió también que ese automóvil era buscado en relación a 5 hermanos desaparecidos. Timothy fue detenido e interrogado. Confesó sin demasiadas vueltas.
El único testigo con vida de las escenas dentro del hogar es Timothy: fue él quien relató cómo habrían sucedido los hechos.
Amor, familia y estrictos rezos
Amber Kyzer y Timothy Jones estuvieron casados 8 años. La pareja se conoció en el 2004, cuando trabajaban en Castillo Encantado, un lugar de entretenimiento para chicos, en Chicago. Amber tenía solo 19 años y no había terminado la secundaria. Él era un joven brillante, un genio de los juegos de computadora y de las matemáticas. También era un hombre de principios religiosos muy estrictos.
Amber pensó: “Wow, este hombre lo tiene todo (…) Parecía perfecto… estaba inscripto en el colegio, se mostraba muy involucrado con la Iglesia Apostólica Pentecostal, trabajaba y hacía planes para estudiar medicina en la universidad”. Se enamoró perdidamente. Explicó: “Era tan inteligente, tan inteligente… Todo lo que decía que iba a hacer lo hacía. Yo encontraba eso muy honorable”.
Amber, entonces, comenzó a ir con él a los servicios religiosos. “La iglesia no creía en los períodos largos de noviazgo (…) Decían que era muy incitante andar tanto tiempo juntos sin estar casados (…) Él ya estaba dando discursos en la iglesia y pensó que era más apropiado casarse”, recordó Amber.
Todo fue tan veloz que 6 semanas después de conocerse estaban casados.
La Iglesia Pentecostal a la que pertenecían era muy severa: las mujeres no podían cortarse el pelo y no debían usar pantalones, ni make up, ni alhajas. Además, tenía que escuchar a su marido, tener muchos hijos y ser sumisa. Timothy era intransigente con sus principios morales y Amber, encandilada, lo aceptó todo.
Se mudaron a Mississippi, donde él se graduó como ingeniero en computación en la Mississippi State University. Era el primero de la familia Jones en tener una carrera. Se había graduado summa cum laude (con honores) estando casado con hijos y teniendo varios trabajos. Su familia no podía estar más orgullosa.
Cuando encontró empleo en la compañía de software Intel, Amber tuvo la ilusión de que con ese buen sueldo la vida les cambiaría. Pensó que se mudarían del campus universitario a una linda casa con jardín y que contratarían la ayuda de una niñera. Pero no. En vez de eso, Timothy eligió comprar una casa rodante destartalada y la ubicó en una zona desolada de Red Bank, en el estado de Lexington. Y en lugar de contratar niñera compró 30 pollos, 3 cabras, dos pavos y 3 conejos.
Con cinco hijos, sin auto y un terreno lleno de animales Amber tenía demasiado de que ocuparse. Empezó a percibir su hogar como una cárcel. Él trabajaba fuera todo el día y, encima, pretendía que los chicos fueran escolarizados en casa: quería que fuera ella la que les diera clases. Esto último no fue posible debido a que ella no tenía diploma secundario.
Amber no era feliz, no daba más con esa vida que Timothy la había impuesto a la fuerza y que ella no había elegido. Cada día estaba más insatisfecha con su matrimonio. Nada era lo que ella había pensado. Odiaba la actitud de su esposo que pregonaba que las mujeres eran para ser vistas, pero no para ser oídas.
Todos le decían a Timothy que no debía interpretar la Biblia tan literalmente, pero él los ignoraba. Amber se sentía despreciada: «Solo estaba para cuidar a los chicos y para sacarlos de su camino cuando él estaba ocupado. Tenías que hacer todo lo que él quería como marido”, reconocería ella años después. Además, no tenía cerca a su familia para que la ayudara.
Se sentía fuera del mundo. Sola, atrapada y sin movilidad, cayó en un affaire peligrosamente cercano con su vecino.
La ex esposa de Timothy Jones, durante el juicio por la muerte de sus hijos. A pesar del crimen, rechazó la pena de muerte contra su ex pareja.
Fin de un espejismo
En el 2012, Amber con 27 años, decidió dar un paso definitivo: terminaría con su matrimonio. Ella ya había comenzado la relación con otro hombre más joven: su vecino Shawn Kyzer (es su marido actual y con quien tuvo una hija) que tenía en ese momento 19 años.
Amber había madurado con el sufrimiento y sabía qué tipo de pareja quería tener. Pero ella no trabajaba, no tenía auto, no poseía registro, no podía pagar un alquiler… Si quería divorciarse, su única salida, era dejarle los chicos a él. Timothy era el que manejaba dinero, el que trabajaba, el proveedor.
Con las cartas sobre la mesa, Timothy comenzó a tener sesiones con un terapeuta familiar, el doctor April M. Hames. Finalmente, hacia finales de octubre de 2013, se concretó el divorcio. De mutuo acuerdo la custodia principal de los chicos sería para Timothy. A la madre se le garantizaron visitas regulares. Podía verlos solo los sábados en el restaurante Lexington Chick-fil-A y Timothy tenía que estar presente.
Él tenía su abogado; Amber, en cambio, no tenía letrado porque no podía pagarlo.
“Pensé que estaba tomando la mejor decisión que podía. En ese momento confiaba en mi marido que había prometido cuidarlos”, dice ella. «No tenía nada que ofrecerles a mis hijos. No podía mantenerlos”.
Una vez separados, Amber comenzó a notar que su exmarido se mostraba cada vez más enojado por pequeñas cosas. Gran parte de ese enojo era que Amber lo hubiera abandonado. Ella sentía que caminaba sobres brasas, nunca sabía qué podía dispararle un ataque de rabia feroz.
Timothy Jones, tras ser capturado (Reuters)
Mientras tanto, Amber consiguió un trabajo y empezó a tener algo de dinero para poder comprarle a los chicos pañales, útiles, ropa y juguetes. Había recuperado su autoestima y un poco de paz. Por el contrario, la salud mental de Timothy estaba en un espiral descontrolado. Había vuelto a beber y a consumir drogas. Una procesión de niñeras desfiló por su casa en ese largo año y medio. Dos de ellas declararían que él parecía un padre comprometido y maravilloso. Otras, sin embargo, habían detectado su costado más oscuro.
Una fue Chrystal Ballentine, una joven de solo 17 años que necesitaba trabajar porque tenía una hija pequeña. Empezó a cuidarlos y poco tiempo después se convirtió en su amante. Se mudó con ellos y empezó a acompañarlo a la estricta Iglesia Cristiana Fundamentalista. La relación comenzó a hacer agua rápidamente. Él insistía que Chrystal debía adoptar sus principios religiosos: usar largos vestidos, dejar crecer su pelo sin límite y ser obediente y sumisa con él. Chrystal rechazaba esas ideas y empezó a preocuparse por cómo él castigaba a los chicos: les “pegaba fuerte” y los “ponía parados en los rincones por largo rato” contó.
Timothy estaba convencido de que el castigo corporal era la medicina correcta para sus “cuerpos enfermos”. Pero lo que terminó de convencer a Chrystal que debía irse de allí fue que un día lo encontró preparando un látigo para usar con su propia hijita. Abandonó a Timothy sin dudar.
El hombre, cada vez más ofuscado y sintiéndose incomprendido contrató a otra babysitter: Joy Lorrick. Esta se espantó con el escenario de la casa rodante llena de ropa tirada por el suelo y basura acumulada. Timothy, trabajando fuera, no estaba pudiendo manejar en lo más mínimo la agenda familiar. Pero lo que más conmovió a Joy fueron los tremendos castigos corporales con los que Jones quería educar a sus hijos. Esos castigos incluían, por ejemplo, dejarlos sin comer. Un día, antes de que Joy terminara su horario laboral, los chicos le pidieron que no le dijera a su padre que ella les había dado de comer: temían que si se lo decía, él no les volviera a dar alimentos ese día.
En agosto de 2014, pocos días antes de los asesinatos, Joy se animó y llamó al Departamento de Servicios Sociales para informar sobre los abusos físicos y la privación de alimentos a los que esos niños eran sometidos.
Un pasado nada perfecto
Timothy Jones fue detenido en Alabama (AP)
Lo cierto es que la historia de Timothy Jones no era la que Amber había imaginado cuando lo conoció. Era todo menos perfecta.
La madre de Tim, Cynthia Turner, sufría esquizofrenia y vivió años en un psiquiátrico. Como ella estaba obsesionada con que no quería un hijo gordo, obligaba a Timothy a tomar grandes cantidades de laxantes y le daba muy poco de comer. También solía bañarlo con agua fría. Su padre, era apenas mejor: era alcohólico y tomaba drogas.
Timothy, que había resultado mentalmente brillante, a los 15 tuvo un grave accidente de auto que afectó el lóbulo frontal de su cerebro, el que maneja los impulsos. Hubo quienes dijeron que su falta de empatía y de sabiduría emocional venía de aquella época, pero no quedó probado.
En un momento de su juventud Timothy intentó ser un Navy Seal, un miembro de la fuerza especial de la Armada de los Estados Unidos. Duró solamente 8 semanas en el entrenamiento y fue despedido. Ocultó el motivo y cayó en un pozo depresivo. Empezó a consumir drogas e incluso cometió pequeños delitos como falsificar cheques de su padre y algunos hurtos. Pasó en prisión todo el año 2001. De la cárcel volvió totalmente cambiado: había encontrado la religión. Se dedicó con fanatismo a la Biblia. Se había convertido en un cristiano ultra devoto.
Esa fue la versión de Timothy que tropezó con Amber y la enamoró. Desconocía la profundidad del desastre de su vida anterior.
Huérfana de hijos
El juicio por el asesinato de los 5 hermanos Jones se llevó a cabo en 2019.
Amber Kyzer, la madre de las víctimas, llevaba una hora en el estrado cuando el fiscal le pidió que leyera la carta que había escrito a Merah, en marzo de 2014, sabiendo lo mal que estaban sus hijos por el divorcio. “Sentí que era mi manera de pedirles perdón por haber roto sus corazones, por su familia rota”, se justificó Amber y empezó a respirar profundo intentando controlarse. Cosa que finalmente no podría cuando comenzó a leer la carta: “Merah, mi dulce, dulce hija, sé que tu corazón está dolorido y que te sentís muy triste. Te quiero asegurar, dulce mía, que vos y tus hermanos son todo para mí. Mamá y papá están bendecidos por…”.
No pudo seguir leyendo. Se quebró inconsolable: “¡Mis hijos, mis hijos! Oh Diossss, ¡¡¡lo lamento tanto!!!”.
La pequeña Merah, grabada en un video pidiéndole a su madre verla. Antes de que su padre la estrangulara le dijo «Papá, te amo», aún así la mató
Los sollozos ahogados de Amber Kyzer en el estrado eran imparables. Estaba a 2 metros del asesino y padre de sus niños. Su ex marido Timothy Jones, de 37 años, no emitió sonido. Tuvieron que sacarla descompuesta de la Corte. El juez Eugene Griffith, del condado de Lexington, se paró y le hizo señas al jurado para que saliera de la sala.
Era el 20 de mayo de este año y llevaban 5 días de juicio cuando se dio este tristísimo momento que quedó grabado por las cámaras de tevé.
Timothy Jones, enfrentaba la pena de muerte por el crimen. En su confesión, que fue reproducida para los miembros del jurado, alegó haber matado accidentalmente a Nahtahn obligándolo a hacer demasiado ejercicio y admitió que a los otros cuatros los estranguló deliberadamente.
Aun así se declaró no culpable por estar mentalmente insano.
El crimen ocupa desde entonces el primer lugar en el ránking de asesinatos brutales y múltiples de la historia moderna del estado de Carolina del Sur.
Condena a muerte
Había varias cosas que estaban pasando desde el divorcio y que aparentemente Amber no sabía.
Nahtahn era siempre el más castigado por Timothy. De hecho, su muñeco favorito, un cowboy de madera de la película Toy Story, apareció aplastado hecho pedazos cuando la policía allanó la casa después de descubiertos los crímenes. La ira de Jones había golpeado con fuerza arrasadora también a aquello que su hijo había amado.
Se supo durante el juicio que, en mayo de 2014, hubo un reporte al Departamento de Servicios Sociales. En ese escrito Karen Leonhardt, del Saxe Gotha Elementary School donde asistía Nahtahn, dijo que el pequeño tenía moretones en el cuello y en los brazos. Leonhardt los había fotografiado y reportado temiendo abuso infantil.
Escena del juicio contra Timothy Jones. (AP)
También conmovió a los presentes enterarse que a la graduación del jardín de infantes de Nahtahn no había asistido ninguno de sus padres. El abandono afectivo había sido total.
La agencia estatal investigó a la familia 3 veces antes de que Timothy Jones los asesinara. El olfato no les funcionó en lo más mínimo.
Contrariamente a lo que se podría pensar Amber se opuso a la pena de muerte para su ex marido. Dijo que no deseaba ese dolor extra para la familia de él: «Personalmente le desgarraría la cara. Podría hacerlo (…) Pero no deseo eso para el resto de los Jones. No quiero que sientan lo que yo sentí al perder a mis hijos”.
También le contó al jurado los abusos que sufrió por parte de su ex marido frente a los pequeños: escupitajos, golpes en la cabeza y amenazas en las que prometía que la iba a cortar en pedacitos. Aun así reconoció que “mis hijos amaban a su padre”.
Por su parte, la madre y el padre de Timothy, se sumaron a lo que ella dijo y pidieron que no fuera condenado a muerte. La defensa del acusado argumentó que Timothy era la manzana podrida dentro de un cajón lleno de fruta en mal estado: en su familia había alcoholismo, abusos, incesto, intentos de suicidio, drogas. Todo ello sumado al estrés de un divorcio y a las demandas de 5 hijos.
Pero la acusación detalló que los planes de Timothy Jones para deshacerse de los cuerpos de sus bellos hijos incluían despedazar los cuerpos, sumergirlos en ácido para disolverlos o quemarlos. Esto se supo por las búsquedas que había hecho el acusado en google con su celular esa semana que había estado manejando a la deriva. Una de las cosas que googleó lo pinta de cuerpo entero: “cinco países sin tratados de extradición”. Estaba claro que estaba más preocupado por evitar la cárcel que arrepentido por sus horrendos crímenes.
El jurado no le creyó a Jones y sus abogados. El estrés forma parte de la paternidad y un divorcio no es motivo para tanta horror. Tampoco le creyeron que lo de Nahtahn hubiera sido un accidente o que su mente hubiera enloquecido. Para el jurado, el padre sabía exactamente qué estaba haciendo cada vez que usó brtulamente sus manos para matar, uno a uno, a sus hijos.
Escena del juicio contra Timothy Jones. (AP)
Un miembro del jurado contaría luego que se podía escuchar a los otros jurados llorando desconsolados en el baño. Muchos de ellos tuvieron que recurrir a ayuda terapéutica para superar la horrible experiencia de lo escuchado. Estaban impactados por la falta de remordimientos que demostró tener Jones, cuando se exhibieron unos videos que el acusado había mandado a su mujer. En uno se veía a una llorosa Merah diciendo: “Por favor mami, por favor mami…” ; en otro, Elías rogaba a su madre que regresara a su casa. Eran las estrategias que había implementado Timothy en su intento de que su mujer volviera con él. Algo que Amber de ninguna manera se planteaba.
El jurado deliberó dos horas y lo sentenció a la pena capital, en forma unánime, el 13 de junio de 2019.
Timothy Jones, de 37 años, integra desde entonces, la fila de la muerte. Vive en una pequeña celda individual, en el correccional de Kirkland, y lleva puesto un mameluco verde que lo identifica como uno de los sentenciados a muerte. Comparte su vida con otros 38 reclusos que tienen igual condena.
Las manos de un padre deberían ser un refugio seguro e incondicional para cualquier hijo. Las de Timothy Jones fueron todo lo contrario. La compleja naturaleza humana, cada tanto, nos da un cachetazo inquietante y nos deja parados frente a una tragedia para la que no tenemos respuestas.
Un hombre de 41 años asesinó a su novia y a su suegra en Almafuerte, a unos 100 kilómetros de la capital de Córdoba y, poco después, se mató tras estrellar su auto contra un puente en Elena, una localidad cercana.
Su hermano fue quien alertó a la Policía de que el hombre lo había llamado para que buscara al hijo de su pareja en la cancha porque él se había «mandado una cagada».
En la casa de Germán Presbisterio los agentes encontraron asesinadas a puñaladas a su novia, Verónica Rearte, de 34 años, y a su suegra, Cristina Reinoso, de 54. Ambas tenían varias heridas en distintas partes del cuerpo.
Después de los crímenes, Prebisterio se fue en su camioneta Chevrolet S10 blanca y la chocó deliberadamente contra un puente, en la localidad de Elena, con dirección a Río Cuarto sobre la ruta 36. Murió en el acto.
Hasta ahora, la Policía determinó que los tres estaban discutiendo y que él tomó un cuchillo y se avalanzó sobre su suegra provocándole un corte fatal a la altura del cuello; después apuñaló a su pareja.
Sobre el choque de la camioneta contra el puente, los testigos indicaron que en un momento el vehículo se salió de la ruta para impactar de lleno y a toda velocidad contra la columna de hormigón.
En el caso interviene el fiscal del Segundo Turno de Río Tercero, Alejandro Carballo, quien espera el resultado de las autopsias para determinar cuántas puñaladas recibieron las mujeres.
El hecho es muy similar al ocurrido hace un mes también en Córdoba, cuando un hombre degolló a su mujer y después chocó intencionalmente su auto contra un camión.
Este sábado detuvieron a un hombre por el crimen del visitador médico Braian Fillip, ocurrido el la localidad de San Fernando el viernes. Se trata del suegro de la víctima, identificado como Luis María Leme, de 52 años, quien quedó imputado por el delito de «encubrimiento agravado».
Efectivos de la Policía Bonaerense aprehendieron al familiar político de la victima de 28 años, luego de que los investigadores comprobaran que minutos después del asesinato, ayudó al autor del hecho a puntar su vehículo y tratar de fugarse a Brasil, según confirmaron fuentes del caso.
Fillip fue ejecutado de un disparo en la cabeza por un encapuchado en San Fernando. El hecho ocurrió este jueves a la mañana, alrededor de las 8.30 en las calles Lavalle y Ambrosini, a 100 metros de la plaza Dorrego, de esa localidad del norte del Gran Buenos Aires.
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