Escribe: Lisandro Gómez (18 años), estudiante.
Hace años viene una discusión en un tono bastante bajo, a mi gusto, para la importancia de la cuestión, acerca de si habría que renovar la forma en la que se educan los pibes. Partiendo de acá, tranquilamente podemos deducir que, si ya existe este planteo de modificar lo que está establecido, es porque no estaría funcionando como se espera, y resulta ser un gran problema el hecho de que las futuras generaciones –las que van a estar al frente de nuestro país- no sepan cuestiones tan básicas como el pensar.
¿Pero es tan grave no saber pensar? Y esta pregunta nos podríamos estar haciendo para dejar de lado la cuestión y seguir con otras cosas que tienen más rasgos de prioridad, sin embargo quiero dejar en claro que las personas tenemos una característica indistinguible, que es el raciocinio, el pensamiento. Si nosotros nos decidimos ir por el no pensar y hacer las cosas por impulsos y sensaciones, me vienen otras interrogaciones a la cabeza. ¿Qué sería del progreso y del bienestar de todos dentro de la sociedad?
En la actualidad, en Argentina, suceden demasiadas cosas, que al verlas en los medios nos llaman la atención, nos horrorizamos o las naturalizamos, pero al fin y al cabo creo que muchos buscan el cambio y el progreso, el ser del primer mundo y salir adelante de las crisis. Pero ¿por dónde se comienza? ¿por dónde creen?, ¿dónde es que se forman los chicos y pasan doce años de su vida? Claro que es en la escuela, ella es la que nos forma en muchísimas cuestiones y nos nutre nuestra visión del mundo y de la vida. Entonces ¿qué es lo que está fallando al fin y al cabo? Porque para esas personas que se llevan al bolsillo lo que no es de ellos, a los que no les interesa nada más que sí mismos y hacen lo que se les antoja con el otro, los que no le rinden cuentas a su país y a sus hermanos, ¿la escuela tuvo un buen laburo con esta gente? ¿se le enseñó a respetar y ayudar al otro como a sí mismo?
Tenemos que plantearnos infinidades de cuestiones, es decir, tenemos que marcar un hito en la historia y empezar a pensar más. En esto coinciden dos personas involucradas en la cuestión educativa, un joven que hace poco egresó, y una mujer dedicada a investigar las formas de mejorar la educación –en el área de ciencias naturales-. Ellos transmiten su desacuerdo con la actual forma de enseñar, donde la teoría es sólo para memorizar, y recordar en una prueba, ya que rara vez queda para la vida. Y en este punto, la misión escolar ya está fallando, porque los conocimientos deberían ser para perseverar. Y otro rasgo desfavorable es la imposición de determinados contenidos, sin tener en cuenta lo que a los pibes les gusta y quieren aprender. O le pregunto a usted, lector, ¿no le hubiera gustado aprender sobre autos, aviones, música, cocina, robótica o lo que sea que les agrade? Esa posibilidad de elección marcaría un incentivo a tantos que les da pereza asistir a la escuela, o que esperan desesperados que toque el timbre de salida.
Un aspecto nada menor, a mi entender, es el desprestigio que sufre la Filosofía, no sé si es porque no se enseña de la forma adecuada, o algunos prefieren callar los pensamientos de los pibes, pero es una materia clave para la formación. Los cuestionamientos, el dudar, el buscar respuestas, aprender de los interrogantes de grandes filósofos, es muy importante para lograr un análisis crítico, formar una opinión propia, cuestionar la cotidianidad y lo que pueden llegar a hacer los demás.
Para entender con mayor profundidad, quiero poner un claro ejemplo de lo que sucede actualmente, aludiendo a la problemática de las adicciones, y más precisamente de la droga. Acaso si esos drogadictos hubieran encontrado en la escuela –más allá del ámbito familiar- un espacio de contención, y así aprendido a cuestionar sus actos, cuidarse y respetar al otro, teniendo en cuenta lo que desencadena la droga (asesinatos, robos, violencia, etc.), o también si aquellos que los denigran supieran considerar las situaciones que vive el otro y así buscar contenerlo, ayudarlo, ¿sería todo como hoy lo conocemos?
Hoy la escuela resulta ser una prisión, no lo digo yo, lo dicen muchos chicos que asisten a ella. El aula se rige por una monotonía, el copiar lo que transmiten los docentes y luego reflejar eso en un examen, entonces ¿es solo un ejercicio de memoria a corto plazo?. Un profesor que a los que lo conocen los habrá sorprendido es Merlí (el de la serie de nombre homólogo), en donde se muestra un docente de filosofía abocado a cambiarle positivamente la vida a sus alumnos, aquellos que aprenden –a prueba y error- a criticar lo que se vende como cierto, a respetar y amar al otro, les llena de contenido de una manera amigable y dinámica, con temas actuales, los prepara para salir de la mejor forma hacía el futuro. Creo que necesitamos, asimismo, más como Merlí, personas comprometidas con la docencia, que quieran construir buenos aspectos en sus aprendices.
No es un cambio que demore poco en lograrse, porque llevó tiempo construir semejantes problemas que se encuentran insertos hoy en día; se requiere mucho para que se establezca lo pretendido y haya resultados favorables, pero no es imposible. Imprescindible -y les hablo para aquellos con más años- es el desprenderse de creencias tales como de que las cosas no deben cambiar, ya que si para ustedes la escuela dio buen resultado, esto no quiere decir que se esté teniendo éxito con las nuevas generaciones –es un hecho-. Es importante luchar por los que vendrán, y dejarles una mejor Argentina.
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