Una década sin Kirchner: de la conmoción por su muerte al ícono de militancia en que se convirtió

Hace 10 años la repentina muerte del expresidente Néstor Kirchner conmocionaba a la política nacional y regional y generaba una reacción popular inesperada que despidió sus restos con muestras de afecto y agradecimiento y lo convirtió -una década después- en una especie de ícono de la militancia política.

La mañana del miércoles 27 de octubre de 2010 -feriado por la realización del Censo Nacional- se vio sacudida por una noticia que comenzó como un rumor que llegaba desde El Calafate y se confirmó horas más tarde desde el entorno de la entonces presidenta Cristina Fernández: «El pingüino», «El flaco», «Lupín» o simplemente «Néstor» había muerto a los 60 años de un ataque cardíaco.

Más allá de una angioplastia y la colocación de un stent en una operación de urgencia realizada en septiembre de ese año, la muerte de Kirchner fue de forma repentina e inesperada, por lo que sorprendió a toda la sociedad.

El impacto fue creciendo cuando a las pocas horas de conocida la noticia las rejas de la Casa de Gobierno y la Quinta de Olivos se llenaron de velas, flores y mensajes de congoja, agradecimiento y apoyo a la entonces primera mandataria.

Con la confirmación del deceso del entonces presidente de la Unasur, diputado nacional y titular del PJ nacional, las condolencias abarcaron a todo el espectro político y varios presidentes latinoamericanos como Hugo Chávez (Venezuela), Lula da Silva (Brasil), Evo Morales (Bolivia), Fernando Lugo (Paraguay), José Mujica (Uruguay) y Rafael Correa (Ecuador) se trasladaron hacia Buenos Aires para participar del funeral que se realizó en la Casa Rosada.

Durante más de dos días, en las afueras de la Plaza de Mayo hubo una larga fila de gente de distintos estratos sociales que se acercó a darle su último adiós al expresidente y su respaldo a Cristina Kirchner.

Pero el detalle que más llamó la atención durante el velatorio fue la multitud de jóvenes que manifestaban su ingreso a la política de la mano del dirigente peronista fallecido.

Con solo el 22% de los votos, Kirchner -un dirigente desconocido por muchos argentinos- llegó a la Presidencia un 25 de mayo de 2003, en una fecha excepcional tras la entrega del poder del entonces mandatario elegido por el Congreso, Eduardo Duhalde, en medio de una de las peores crisis sociales, políticas y económicas de la historia del país.

Ese domingo feriado de 2003 amaneció con el espíritu de la Revolución de Mayo y una multitud -habituada en ese momento a los piquetes, asambleas populares, marchas y cacerolazos- colmó la Plaza de Mayo para ir a ver quién era y qué decía ese hombre flaco con una figura desgarbada, que demostró tener la capacidad de ser amigable con la gente.

Rápidamente, el santacruceño entabló una relación especial con los ciudadanos al romper todos los protocolos e ir a saludar a los manifestantes, una costumbre que mantuvo hasta su muerte.

La imagen de Kirchner con un corte en la frente por un desafortunado choque con la cámara de un fotógrafo, el mismo día después de jurar como Presidente, se inmortalizó registrando un cambio de época, en la que los dirigentes políticos no gozaban del apoyo popular, lo que quedó expresado en la consigna «Que se vayan todos» del 2001.

El contexto social y económico era muy complejo porque el flamante mandatario debía hacerse cargo de un país que, entre otros problemas, tenía mayor cantidad de desocupados que los votantes que habían confiado en él, como en reiteradas oportunidades recuerda Cristina Fernández.

Así como rápidamente forjó una estrecha relación con la gente, Kirchner optó por enviar en su primer día en la cúpula institucional del país un mensaje contundente al sector político y también a los grupos concentrados de poder.

En su discurso de asunción presidencial en el Congreso, Kirchner sentenció: «Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada».

Esa frase quedó registrada como una de las más emblemáticas de su gestión, como así también una de sus más importantes decisiones políticas: el pago de la deuda externa al Fondo Monetario Internacional, hecho que destaca frecuentemente el presidente Alberto Fernández, quien se autodefine como «nestorista» de la primera hora.

«No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social», fue otra de las ideas de su discurso de asunción.

El exmandatario fallecido cumplió con sus convicciones durante su gestión, también con otros claros ejemplos: su política de derechos humanos; el ‘No al ALCA’ en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, la conformación de un bloque de países sudamericanos, la creación de puestos de trabajo, la recuperación del mercado interno y la industria.

A pesar de su corta gestión como diputado nacional, al dirigente patagónico se lo recuerda también por su participación activa y su voto a favor de la ley de Matrimonio Igualitario.

Recientemente, en la presentación del libro «Néstor: el hombre que lo cambio todo» de Jorge ‘Topo’ Devoto, el presidente Alberto Fernández consideró que Kirchner fue «el mejor presidente que tuvo la democracia».

A 10 años de su muerte, la figura de Néstor Kirchner inspira un profundo respeto y admiración en todos los sectores del campo popular y del peronismo en particular, que lo suman al recuerdo de los fundadores del movimiento nacional justicialista, Juan Domingo Perón y Eva Perón.