River lo perdía hasta los 10 minutos del final, pese a acorralar a Gremio por momentos buscando el empate, hasta que apareció Santos Borré de cabeza y lo puso a un gol de la clasificación para la final de la Copa Libertadores de América. Era el 1 a 1. Luego, ya casi sobre los 45 minutos cumplidos del segundo tiempo, una pelota se fue al córner y pocos advirtieron que había pegado en la mano de un defensor brasileño. La jugada fue revisada por el VAR, y el árbitro cobró penal y expulsión del jugador local. El cronómetro ya marcaba más de 90 de juego cuando, luego de varios minutos de protesta y de demora, Pity Martínez fue el designado para ejecutar la pena máxima. Suspenso, emoción, dramatismo, y por fin el delantero del «Millo» impactó la pelota con frialdad, al ángulo, y la metió, desatando la locura del pueblo de River que se abrazaba a la clasificación. Pero todavía se venía un largo descuento.
En medio de una cortina de agua, de una tormenta eléctrica, el equipo argentino estaba ante un desenlace épico, ante un nuevo milagro de la mano de Marcelo Gallardo. Muchos hinchas del Gremio comenzaban a abandonar el estadio mientras se jugaban los últimos minutos. Un tiro libre para Gremio a las manos de Armani, una contra de la Banda que terminó en el córner, y el final… La proeza concretada. River a la final de la Copa, a esperar por Boca… o por Palmeiras.
Capítulo aparte para el VAR: Por fin cumplió la función para la cual fue creado, es decir, observar desde las cámaras de la televisión, aquellas jugadas determinantes que les pueden pasar inadvertidas al árbitro y sus asistentes. Y esta jugada del penal para River sobre el final fue invisible no sólo para los jueces en la cancha, sino para los mismísimos delanteros de River, que reclamaron córner en vez del penal. Mayor mérito para el VAR, que justificó su existencia.
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