Un niño se curó completamente de un glioma pontino intrínseco difuso (GIPD), una forma de cáncer cerebral que antes se consideraba incurable, en un logro médico sin precedentes.
Este éxito de la medicina representa un rayo de esperanza para los afectados por este agresivo cáncer, además de marcar un avance significativo en el campo de la oncología.
El desafío de tratar el DIPG
El glioma pontino intrínseco difuso (DIPG) es una forma rara y mortal de cáncer cerebral que afecta principalmente a los niños, según Nicklauschildrens.org.
Históricamente, su naturaleza agresiva y la ubicación del tumor dentro del tronco del encéfalo han hecho imposible su extirpación quirúrgica, dejando a la radioterapia como la única opción para frenar su progresión.
Con un tiempo de supervivencia promedio de solo nueve a diez meses después del diagnóstico, la búsqueda de tratamientos efectivos ha sido urgente y desafiante.
Un estudio innovador conduce a la recuperación
El punto de inflexión para “Lucas”, un niño belga de seis años diagnosticado con DIPG, se produjo cuando se inscribió en el estudio de Medicina Biológica para la Erradicación del DIPG (BIOMEDE) en Francia.
Este innovador estudio se centró en comparar la eficacia de tres medicamentos contra el cáncer (erlotinib, everolimus y dasatinib) y adaptar el tratamiento en función del perfil molecular del tumor de cada paciente.
Lucas fue tratado con everolimus, y, sorprendentemente, su tumor desapareció por completo, dejándolo libre de cáncer a la edad de 13 años.
“Lucas hizo pedazos todos los medidores de vida”, explica encantado su médico, Jacques Grill, piloto del programa sobre tumores cerebrales del departamento de oncología pediátrica del centro Gustave-Roussy, en el sur de París.
“Durante una serie de resonancias magnéticas, observé cómo el tumor desaparecía por completo”, agregó el doctor Grill, según la agencia de información.
“Trabajo a largo plazo”
“El tumor de Lucas presentaba una mutación extremadamente rara y pensamos que es esta mutación la que hizo que sus células tumorales fueran mucho más sensibles al medicamento”, añade el pediatra.
“El caso de Lucas brinda una verdadera esperanza: vamos a intentar reproducir in vitro las alteraciones que identificamos en sus células”, explica Marie-Anne Debily, que supervisa estos estudios.
Los equipos médicos quieren ver si las alteraciones del ADN que presentaba Lucas, una vez “reproducidas” en otros pacientes, se traducen también en una disminución de su tumor.
Si es el caso, “después habrá que encontrar el medicamento que tenga el mismo efecto en las células tumorales que tuvo en estas modificaciones celulares”, detalla Debily.
Los médicos, entusiastas con esta nueva “pista terapéutica”, advierten, sin embargo, que pasarán años antes de que se encuentre un posible tratamiento efectivo.
“Pasan entre 10 o 15 años de media entre la pista y el medicamento, es un trabajo a largo plazo”, recuerda Grill.
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