Esta Navidad, el presidente estadounidense Donald Trump tuvo que quedarse en la Casa Blanca en vez de viajar a su residencia privada de Mar-a-Lago (Florida) debido al cierre parcial del Gobierno de EE.UU., iniciado el pasado viernes a medianoche.
El 24 de diciembre, el mandatario publicó una serie de tuits en su cuenta oficial, muchos de los cuales estaban dedicados al cierre del Gobierno y a los demócratas.
«Estoy completamente solo (pobre de mí) en la Casa Blanca esperando que los demócratas regresen y hagan un acuerdo sobre la seguridad fronteriza que necesitamos desesperadamente», escribió el mandatario en una de sus publicaciones.
«En algún momento, los demócratas que no quieren llegar a un acuerdo le costarán a nuestro país más dinero que el muro fronterizo del que todos estamos hablando. ¡Es una locura!», concluía el mensaje.
Y el día de Nochebuena, es tradición en la Casa Blanca que el presidente estadounidense y la primera dama respondan a las llamadas telefónicas de niños ansiosos que querían saber dónde estaba Santa Claus.
El programa se volvió una tradición después que un niño llamó por error al Comando de Defensa Aeroespacial de Estados Unidos en 1955 y pidió hablar con Santa Claus.
Mientras Melania Trump le dijo a uno de los niños que llamaron que Santa estaba en el Sahara y a otro que estaba lejos, en Marruecos, pero que llegaría a casa del niño que llamaba la mañana de Navidad, su esposo, no contento con tener que responder estas llamadas le dijo a Coleman, de siete años: “¿Sigues creyendo en Santa? Porque a los siete años no es habitual?”, lo que rompió el corazón del niño.
Y para rematarla, a otro nene le contestó: «Hablamos después», y le cortó. Un Donald Trump como siempre. Sin tacto y sin filtros.
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