Los ataques de pánico: episodios de miedo intenso, repentinos y acompañados de síntomas físicos como taquicardia, dificultad para respirar, mareos y sudoración excesiva. Los afectados viven atemorizados por la posibilidad de que se repitan, afectando su vida diaria.
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El trastorno de pánico puede complicarse con agorafobia, un miedo extremo a situaciones de escape difícil en caso de ataque de pánico. Esta combinación conduce a evitar espacios públicos, transporte, y puede llevar al aislamiento.
Síntomas de ataques de pánico: taquicardia, dificultad para respirar, mareos, sudoración excesiva, temblores, entre otros. Los episodios duran pocos minutos, pero el impacto emocional persiste, generando miedo constante y afectando la vida diaria.
El trastorno de pánico y la agorafobia transforman lo cotidiano en una fuente de peligro, limitando las actividades diarias. La agorafobia puede desarrollarse de forma independiente, generando un miedo constante a situaciones incontrolables.
El trastorno de pánico afecta al 4% de la población, dejando una huella emocional profunda. Puede desencadenar problemas emocionales en los adolescentes y niños, pero es tratable con la ayuda adecuada, permitiendo recuperar el control sobre la vida.