Un equipo de investigadores comprobó que compuestos vegetales de un arbusto que crece en la región andina del noroeste de Argentina y en Bolivia, combinados con la exposición a la luz solar, podrían ser la base de un tratamiento efectivo para la infección por el virus herpes simple de tipo 1 (HSV-I) que causa herpes labial, informó hoy la Agencia CyTA-Leloir.
El arbusto es el «Heterophyllaea pustulata Hook f.» (Rubiaceae), popularmente conocido como “cegadera” en alusión a que puede ocasionar lesiones oculares e incluso ceguera en cabras y otros animales que lo consumen y se exponen a la luz solar.
En estudios in vitro, científicos de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y del Conicet probaron que ciertas moléculas de la “cegadera” responsables de la fototoxicidad de la planta, antraquinonas fotosensibilizadoras, pueden inhibir al HSV-I en cultivos de células infectadas expuestas a la luz.
“Los resultados son promisorios y preparan el terreno para la realización de estudios preclínicos en animales con el objetivo de desarrollar tratamientos eficaces y localizados en lesiones producidas por el patógeno”, afirmó la doctora en Química Susana Núñez Montoya, investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv-Conicet) y de la Facultad de Ciencias Químicas (FCQ) de la UNC.
Este tipo de tratamiento para combatir infecciones en el que se combina un compuesto químico fotosensibilizador y la luz se denomina “terapia fotodinámica antimicrobiana”, explicó la farmacéutica y doctora en Química María Laura Mugas, primera autora del trabajo e investigadora del Imbiv-Conicet y del Departamento de Ciencias Farmacéuticas de la FCQ de la UNC.
Con ese tratamiento, las investigadoras lograron inhibir más de un 80% de las partículas virales del HSV-I cuando estaban en presencia de luz, tal como publicó la revista Planta Medica.
“La importancia del estudio radica en que el HSV-I es más sensible al proceso de foto-estimulación que la célula hospedadora, generando la inactivación de las partículas virales inmediatamente después del tratamiento con luz; lo cual es importante para reducir la propagación de la infección”, señaló Mugas.
El tratamiento convencional es aciclovir, aunque el uso a largo plazo o en forma recurrente, no sólo en pacientes inmunosuprimidos, puede promover la aparición de cepas virales resistentes.
“Frente a esta problemática, el desarrollo de nuevos enfoques terapéuticos tópicos es un gran desafío y en este sentido, la inactivación fotodinámica no discrimina cepas resistentes de no resistentes”, subrayó Núñez Montoya.
Del estudio también participaron Florencia Martínez, Marta Contigiani y Brenda Konigheim, del Instituto de Virología Dr. J. M. Vanella y del Conicet; Juan Javier Aguilar, del Instituto de Virología Dr. J. M. Vanella; y Juliana Marioni y José Luis Cabrera, del Departamento de Ciencias Farmacéuticas de la FCQ de la UNC y del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv) del Conicet.
El secretario de Medicina Preventiva y Promoción en Salud del Ministerio de Salud, Dr. Alejandro Severini, brindó detalles de las acciones y recordar las medidas preventivas contra el Covid-19 y, además, explicó el trabajo que se realiza en la lucha contra las enfermedades de Dengue y Chagas.
El secretario de Medicina Preventiva y Promoción en Salud, Dr. Severini, habló de algunos aspectos a tener en cuenta para fortalecer el sistema inmunológico de nuestro cuerpo y dijo que “estamos promoviendo que la gente, más allá de la circunstancia por la pandemia, prepare el organismo y cuerpo; primero para prevenir enfermedades y si nos tocara contraerla; estar lo más sano posible. Es decir, llevar una vida sana, que tiene que ver con alimentarnos bien, con mucha fruta y verdura, tomar una buena cantidad de agua y hacer actividades al aire libre por lo menos en el fondo de la casa, la idea es mover el cuerpo”.
“Cuando uno está en una situación de aislamiento, por lo general recurre mucho a la heladera, por eso se debe evitar el abuso de la ingesta de hidratos de carbono e hidratarnos bien con mucha agua. Además, mantener una salud, tanto espiritual como mental adecuada. No estar pendiente de las noticias, buscar influencias más agradables”, manifestó.
Hacerse los controles
El secretario de Medicina Preventiva y Promoción, remarcó la necesidad de que la comunidad no deje de lado el cuidado ante otras enfermedades, sobre todo las personas con patologías crónicas, y dijo que “a las personas que tienen enfermedades crónicas deben hacerse controles y no descuidar la continuidad de la vacunación de los niños. La idea es que más allá del virus la población debe seguir su vida en esta nueva realidad”.
“Se ve que la gente al tener miedo, no quiere salir, no va al médico y, en realidad, debe concurrir con todos los cuidados. Por eso, buscamos en Catamarca la manera que haya controles como en los barrios, hemos determinado centros sanitarios que atienden la patología habitual y otros con la patología respiratoria para que no se mezclen. La idea es que el proceso de la salud no se detenga y nos tenemos que adaptar a esta nueva normalidad y en base a la Etapa de Convivencia del momento, debemos ver las actividades que podemos hacer”, señaló.
Severini aconsejó a la comunidad mantener la calma; y no hacer reuniones, evitar las aglomeraciones de gente, ya que así son menos las posibilidades de contagiar al otro.
Dengue y Chagas
En relación a estas enfermedades estacionales de esta época, Severini explicó que durante todo el año se trabajó en distintas estrategias para el control de estas enfermedades. La campaña de descacharrado se lleva adelante continuamente en trabajo articulado con los municipios. Insistió en el cuidado que debe tener cada persona ya que los criadores de mosquitos, son en el 85%, domiciliarios y remarcó que “venimos trabajando con un programa de descacharrado, como ya volvió el calor, tanto a nivel de la Capital como en el Interior y se ha trabajado con los municipios a los fin de que tengan su propia dotación y grupo de personas que son los que van llevar las acciones de bloqueo y control de foco. Para esto se hicieron capacitaciones y cada municipio se está dotando de maquinaria para las fumigaciones. Entre todos debemos lograr que la comunidad no acumule cacharros de agua, es decir todos debemos colaborar para no juntar agua que es donde nace el mosquito que vive en los domicilios”. Se recomienda evitar todo aquel elemento que pueda contener agua, aun siendo pequeño.
Con respecto al Chagas, el médico recalcó que “estamos trabajando en el control del vector y continuamente estamos vigilando con la intensidad si la vinchuca circula y en la medida que conocemos vamos a hacer las fumigaciones”.
durante la epidemia de gripe de 1918 se impulsó una infructuosa búsqueda del patógeno desconocido que causaba la enfermedad y que escapaba a los filtros usados en los laboratorios para aislar bacterias. Unas décadas antes, el padre de la medicina moderna, Louis Pasteur, buscaba una vacuna contra la rabia: logró hallarla, pero no pudo dar con el agente que causaba la enfermedad.
Hasta bien entrado el siglo XX la medicina tuvo que luchar contra un elemento cuya naturaleza nadie conseguía descifrar pero que provocaba severas infecciones y, como en el caso de la llamada gripe española, millones muertes. Un enemigo invisible al que tan solo acertaron a bautizar como virus, un término que en latín significa «veneno».
En la actualidad, la naturaleza de los virus es bien conocida: se trata de un organismo acelular, que solo cuenta con unas pequeñas cadenas incompletas de ADN o ARN y que necesita las células de otros organismos para sobrevivir y reproducirse, actuando como un microscópico caballo de Troya. Pero a finales del siglo XIX y principios del siglo XX se desconocía por completo cómo era y a qué se debía su capacidad infecciosa.
LOS PADRES DE LA MICROBIOLOGÍA
Pero antes de comenzar a buscar a los virus hubo que encontrar a los microbios. En la década de 1860, el francés Louis Pasteur y el alemán Robert Koch revolucionaron el mundo de la medicina. Establecieron que el aire estaba poblado por millones de organismos microscópicos formados muchas veces por una o por un par de células, entre ellos las bacterias.
Louis Pasteur y Robert Koch revolucionaron la medicina al determinar que las enfermedades infecciosas eran causadas por microorganismos
Su interacción con otros seres vivos generaba vida pero también podía ocasionar graves trastornos. Así nació la teoría de las enfermedades infecciosas, que establece que las enfermedades están causadas por gérmenes microscópicos que invaden el organismo «huésped».
Las enfermedades dejaron de estar causadas por la voluntad de los dioses, los astros o los vapores miásmicos. Cada patología debía tener un causante identificado, así que ambos científicos se dedicaron entonces a buscarlos. El médico alemán detectó los bacilos causantes del carbunco o ántrax (1872), de la tuberculosis (1882), y del cólera (1884).
UN PATÓGENO ESCURRIDIZO
Por su parte, Pasteur centró sus estudios en la rabia. Pero no pudo aislar el agente que la causaba. Los elementos de laboratorio de esa época tan solo permitían aislar los microorganismos más grandes. El químico intuyó que el causante de la enfermedad estaba ahí pero que se escapaba por los agujeros de los filtros que usaba para hallarlo.
El científico francés consiguió desarrollar su vacuna usando tejido seco de cadáveres de conejos infectados, donde quedaba una muestra debilitada del invisible agente causante. Así, en 1885 inoculó su vacuna a un niño que había sido mordido por un perro enfermo: Pasteur salvó la vida del joven y se convirtió en un héroe, pero el patógeno continuaba sin aparecer.
Louis Pasteur desarrolló su vacuna contra la rabia sin conseguir hallar el patógeno que causaba la enfermedad
¿FLUIDO O SER VIVO?
Así fue hasta que en 1898 el holandés Martinus Beijerinck se puso a estudiar una enfermedad vegetal, la del mosaico del tabaco. Comprobó que pese a que su moderno filtro retenía las partículas más pequeñas, la muestra filtrada continuaba infectando a otras plantas. El estudio de Beijerinck determinó que el patógeno se reproducía en el nuevo huésped (por lo que no era una toxina o una enzima), pero tampoco era un organismo celular como la bacteria.
El microbiólogo estableció que ese elemento necesitaba las células vivas de la planta para reproducirse y rescató el término virus para referirse a él, pero no creyó que fuera una partícula y lo llamó contagium vivum fluidum (fluido vivo infeccioso). Acababa de nacer la virología.
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EL MAYOR ASESINO DE LA GRAN GUERRA
Durante las primeras décadas del siglo XX, los virus fueron señalados como el origen del sarampión, la viruela o la gripe, entre otras enfermedades. Se detectaron virus que afectan a las plantas, a los animales, a las propias bacterias (bacteriófagos), que propagan algún tipo de tumor… Pero su estructura seguía siendo un misterio.
Cualquier forma de combatir estas enfermedades fracasaba: durante la pandemia de gripe de 1918 proliferaron remedios caseros, líquidos higiénicos que se publicitaban como eficaces o mascarillas. Pero nada paró el avance de la enfermedad que acabó provocando más muertos que la propia I Guerra Mundial.
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EL VIRUS CAZADO
El panorama tan solo cambió a partir de la década de 1930, cuando se produjo un avance tecnológico decisivo: la invención del microscopio electrónico, mucho más potente que el óptico. La caza terminó en 1935, cuando Wendell Meredith Stanley vio lo que Martinus Beijerinck sólo había intuido. Logró cristalizar tejido enfermo de una planta y fue la primera persona en ver el aspecto que tenía un virus, el del mosaico del tabaco.
La invención del microscopio electrónico permitió tomar la primera imagen de un virus en 1935
No sólo eso, sino que separó cada una de las partes de su estructura: era una partícula increíblemente diminuta (centenares de veces más pequeña que una bacteria) y que apenas contaba con un núcleo con material genético incompleto envuelto en una capa de proteínas que lo protegía.
Por ello, Stanley recibió el premio Nobel de Química en 1946, el primero de los ocho que han premiado la investigación sobre los virus, el último de ellos por el descubrimiento del VIH, causante del sida, en 2008.
En el futuro, tal vez la tecnología de última generación permita usar esta «mala noticia envuelta en proteínas» (una definición del inmunólogo y premio Nobel Peter Medawar) para curar. Ya se están probando terapias con virus para combatir las bacterias resistentes a los antibióticos. Por otra parte, su capacidad para modificar el ADN de otros seres vivos puede ayudar a curar enfermedades genéticas. Serían el vehículo que introduciría ADN para corregir mutaciones que provocan los tumores o la hemofilia. En ello está ahora la ciencia.
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