Esteban Castaño cumple una condena de prisión perpetua tras haber sido hallado culpable por la Cámara Penal de Primera Nominación del delito de “homicidio doblemente calificado, por haber sido la víctima pareja conviviente y por haber sido perpetrado mediando violencia de género”.
En la madrugada del 9 de octubre de 2017, Esteban Domingo Castaño llegó a su casa, en el barrio San Francisco, Valle Viejo. Julieta Celina Herrera, su pareja, a quien cariñosamente llamaban “Cuni”, dormía. En la misma habitación, casi a la par, dormían sus hijos, tres niños de 13, nueve y cinco años. Esteban se acercó a su pareja con intenciones de tener sexo. Según se dijo, “Cuni” lo habría llamado por otro nombre y esto lo enfureció. La tomó del cuello y, como pudo, “Cuni” pidió ayuda. Su hijo mayor se abalanzó hacia su padre para que dejara de atacar a su madre. Esteban le dijo que su mamá se había dormido pero “Cuni” ya estaba muerta.
El fiscal Miguel Mauvecín lo imputó por “homicidio doblemente calificado, por haber sido la víctima pareja conviviente y por haber sido perpetrado mediando violencia de género” y el mes pasado fue condenado por los jueces Carlos Moreno, Carlos Roselló y Fernando Esteban. Días pasados, se conocieron los fundamentos de esta sentencia. La elaboración del voto estuvo a cargo del magistrado Moreno.
“La celaba constantemente, a punto de hacerle escándalo porque se demoraba para regresar de cualquier trámite doméstico que hacía”, remarcó. Se destacó que en el debate, Nilda Rosa Montivero, madre de Cuni, expresó que su hija le había manifestado que quería dejar a Esteban porque “estaba cansada del acoso, debido a que era obsesivamente posesivo”.
“La única razón por la que Castaño agredió a su mujer hasta darle muerte, sin importarle la presencia de sus hijos pequeños en el lugar y en la ocasión, reside en su carácter violento y en su formación cultural inclinada hacia un machismo exacerbado, en virtud del cual se sentía dueño de la vida de Cuni”, se destacó.
Los informes sobre su personalidad describieron que su perfil da cuenta de una estructura de enfermedad celotípica. No tenía ningún motivo o causa justificada para sentirse preso de un ataque de celos. Es decir, su arrebato de ira nunca se encontró justificado en hechos concretos de infidelidad. Para Moreno, la ‘justificación’ dada por Castaño sobre un engaño “no es más que una mentira, inventada para sustentar la defensa de la emoción violenta”. Por lo que consideró más lógico que esa noche trágica, cuando regresara a su casa de la escuela donde trabajaba, haya iniciado una discusión con Cuni, originada en la decisión de la joven de terminar con la relación. Sin embargo, Castaño nunca aceptó esa posibilidad porque “se creía dueño de su mujer”.
Se acreditó que Castaño es “una persona obsesivamente celosa y controladora de su mujer, además de que acostumbraba a ejercer violencia física sobre ella”. Tal condición fue corroborada por declarado por una testigo amiga de Cuni que refirió que compartía con ella varias tardes de mateadas. Cuni le contaba que él era un poco celoso y ella notó que cuando se juntaban en su casa, Castaño, luego de dejar a su mujer allí, regresaba a los pocos minutos para ver si ella continuaba en ese lugar.
“Hasta incurría en el despropósito o absurdo de dejarla encerrada junto a sus pequeños hijos durante las noches, horario en el que él trabajaba como sereno en una escuela de la zona. La sinrazón de esta conducta se muestra palmaria a poco que nos imaginemos el riesgo que corrían si durante esas noches sufrían algún percance, tal como un incendio.
“Castaño agredía físicamente a su mujer; esta violencia ya la ejercía desde mucho tiempo antes. También la abusaba sexualmente. A raíz de celos infundados, la perseguía y acosaba y, entre otros actos abusivos de su poder patriarcal, la encerraba junto a sus hijos bajo llave durante las noches”, detalló.
Fuente: catamarcaencana.com
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