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  • Continúa en Corrientes la desesperada búsqueda de cuatro jóvenes que desaparecieron del río Paraná

    Continúa en Corrientes la desesperada búsqueda de cuatro jóvenes que desaparecieron del río Paraná

    La búsqueda de los cuatro jóvenes que desaparecieron de la superficie del río Paraná en Corrientes cuando regresaban de una jornada de pesca a bordo de una lancha que naufragó el último fin de semana, continuaba hoy por cuarto día consecutivo en la zona donde ocurrió el incidente.

    El jefe de Prefectura de Zona Paraná Superior y Paraguay, Gustavo Daniel Díaz, señaló que “continuamos la intensa búsqueda, especialmente en la zona en la que ocurrió el naufragio”.

    “Seguimos en el lugar donde sucedieron los hechos, porque tiene mucha profundidad, remansos y pozos”, remarcó el oficial en declaraciones a Télam y agregó que se ampliará la búsqueda río abajo hacia la zona del puente interprovincial.

    Por otra parte, explicó que debido al tiempo transcurrido, son escasas las posibilidades de hallarlos con vida y señaló que “la baja temperatura dificulta que (los cuerpos) aparezcan en la superficie”.

    “Nuestro objetivo es ubicarlos y darle una respuesta a la familia”, expresó Díaz y mencionó que además de las seis embarcaciones de la Prefectura Naval y buzos, participan de la búsqueda embarcaciones de la Asociación de Malloneros, de familiares y amigos de los jóvenes desaparecidos.

    Por su parte, Héctor Barrientos, padre de Antonio y Cristian, dos de las personas buscadas, dijo a Radio Dos que rastrillaje de hoy «va a abarcar toda la zona donde ocurrió el hecho porque las personas que conocen el lugar dicen que de acá no salieron todavía».

    El pasado sábado a la tarde la embarcación en la que los cinco jóvenes habían salido a pescar dio una vuelta de campana y sólo uno de ellos logró salvarse al nadar hasta una isla.

    La lancha naufragó en cercanías de la isla Meza, frente a las costas de la capital de Corrientes, cuando estaban a bordo los hermanos Antonio (26) y Cristian (23) Barrientos, su primo Agustín Barrientos (20), un amigo de ellos, Osvaldo Maciel, y el conductor de la embarcación. Los amigos volvían de una jornada de pesca.

    Los dos hermanos, su primo de apellido Barrientos y Maciel, con edades entre los 20 y 26 años, continúan desaparecidos.

  • Desaparecieron una madre y su hija, y buscan al hombre con quien pasaban la cuarentena

    Desaparecieron una madre y su hija, y buscan al hombre con quien pasaban la cuarentena

    A Dolores, la hija mayor de Cristina Beatriz Iglesias, los mensajes de quien supuestamente era su madre y que le llegaban por WhatsApp en la tarde de ayer no le parecían nada normales. Eran evasivas, respuestas esquivas, con pocos datos, mientras Dolores insistía. Solían comunicarse por videollamadas, audios, pero el teléfono de Cristina respondía solo por texto. Parecía que no era su madre, sino alguien más.

    Madre e hija vivían separadas, Dolores con su abuela Gloria, Cristina en su casa de la calle Purita al 4000 en Monte Chingolo, partido de Lanús. Vivía allí con su hija menor, Ada, de 7 años, nacida de una relación anterior, un hombre que falleció. En los últimos tiempos, Dolores y su abuela no pueden precisar, se mudó un hombre de la zona, Abel Romero, del que no sabían si trabajaba o no, que se movía en una bicicleta negra despintada y fumaba porro en la vereda. Hacía arreglos en la casa, decía Cristina, de 40 años. El hombre, vecino de la zona, que alquilaba una pieza cerca de la casa de su hermana a unas diez cuadras, iba a quedarse ahí para pasar la cuarentena.

    Abel Romero, el principal sospechoso.
    Abel Romero, el principal sospechoso.

    Entonces, ante la falta de respuestas, Dolores fue a la casa de su madre, cerrada. Encontró una bolsa de basura en la puerta, con fotos familiares, ropa. Entró, tenía llave. Los cajones, insólitamente, estaban vacíos.

    Apareció Romero, nervioso, temblando, con evasivas, no decía mucho: Dolores lo confrontó en la entrada. “Me decía que mi mamá se iba a pasar la cuarentena con una amiga, que agarró y se fue”, asegura la hija mayor de Cristina a Infobae. Ya había intentado hacer la denuncia en una comisaría de la zona: “Fue la noche antes, pero no me hicieron caso, me dijeron que espere, a ver si aparecía”.

    Dolores fue al cuarto de su madre: encontró el colchón y el sommier mojados. Parecían lavados.

    Lo que se lavó, asegura un investigador judicial, era sangre. “Hay manchas por toda la casa”, dice una fuente judicial. Con Cristina y Ada desaparecidas, con Romero considerado un sospechoso de lo que sería el primer crimen brutal en medio de la cuarentena ordenada por decreto, el caso está en manos de la UFI N°1 de Lanús con el fiscal Jorge Grieco.

    A comienzos del mediodía, Dolores y Grieco llegaban a la casa en la calle Chascomús donde vivía Romero. Policía Científica ya había levantado los rastros en la casa de Cristina. Dolores, por su parte, dice que “había minas del barrio que amenazaban a mi mamá, que la insultaban, que le mandaron un tipo a meterse en la casa, no sé por qué”. Romero, dice Dolores, era amigo de estas mujeres.

    Ada, hija de Cristina, desaparecida.
    Ada, hija de Cristina, desaparecida.

    Ante la ausencia de los cuerpos, o de la certeza de si Cristina y Ada fueron efectivamente asesinadas, la causa es caratulada como “averiguación de paradero”. Los riesgos de salir a buscar a personas desaparecidas o resolver un crimen para los investigadores, en este contexto, se vuelven obvios: testigos desconocidos, lugares desconocidos, precauciones máximas.

    Por lo pronto, la pieza en donde vivía Romero fue allanada: encontraron documentación, llaves y una billetera de Cristina.