Parte de su ida es aún un misterio irresoluto en los tribunales, pero el legado de Diego Armando Maradona es lo que no despierta dudas en nadie. El capitán campeón del mundo en México 86 con la Selección argentina, ídolo de Boca, del Napoli y de todos los que alguna vez lo vieron acariciar la pelota con su suelo de terciopelo, se fue de este mundo sin nada de la alegría que alguna vez supo regalarles a los suyos. La cronología de sus últimas horas, a cumplirse otro año más de su muerte.
El declive en su salud se podría decir que comenzó y se vio públicamente el 30 de octubre de 2020, en su cumpleaños número 60, cuando Gimnasia y Esgrima de La Plata lo homenajeó en su estadio.
Su aspecto cansino y abatido preocupó a muchos y pocos días después, el 2 de noviembre, ingresó a la Clínica Olivos por un cuadro de anemia y depresión. La realidad se agravó cuando se supo que además había sido intervenido por un “hematoma subdural” en la cabeza, el cual debió ser extraído por los médicos. Leopoldo Luque, su médico personal, el mismo que todavía hoy es el centro de la polémica por su accionar, confirmó que estaría internado los próximos días.
11 de noviembre: Diego recibió el alta. Su recuperación la siguió en una casa que su entorno había alquilado por 16.000 dólares por tres meses en el barrio privado San Andrés, en Tigre. Se suponía que tendría todas las comodidades y estaría adaptada para su cuidado, aunque más tarde se conoció que la habitación de Maradona tenía las ventanas tapiadas con durlock y un baño químico.
Es que los dormitorios estaban en el segundo piso y Diego no podía subir las escaleras, así que debieron resolver… Mientras tanto, Maradona seguía medicado y luchando contra su adicción al alcohol. En su casa de Tigre, justamente, estaba vigilado 24 horas para evitar que se expusiera a ella.
Se creía que mejoraba, pero llegó el desenlace fatal. El 24 de noviembre a la noche, su sobrino Jonathan Espósito, hijo de María Rosa, hermana del Diez, lo visitó. Pero luego diría que su tío no había comido ni uno de los sándwiches de miga de aquella cena.
Fue el último que lo vio con vida. A las 6.30 de la mañana, Ricardo, el enfermero del turno noche, oyó que Diego respiraba y se fue a su casa. A las siete y media llegó Gisela Madrid, la responsable del turno diurno, y como notó que se movía decidió dejarlo dormir “un rato más” antes de darle los medicamentos correspondientes. A las 11:30, el shock.
Llegaron la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo Carlos Díaz a la casa del barrio San Andrés y cuando se acercaron a Maradona se dieron cuenta que no respiraba. Inmediatamente, convocaron a los demás que estaban en la casa, llamaron a la ambulancia y empezaron a propinarle maniobras de reanimación.
Pero no hubo suerte. Era tarde. Nueve ambulancias rodearon la residencia y la pésima noticia comenzó a esparcirse. La autopsia, más tarde ese 25 de noviembre, arrojaría lo siguiente como causa del fallecimiento: un “edema agudo de pulmón secundario a una insuficiencia cardíaca crónica reagudizada”. Y además revelaría que el exfutbolista había estado agonizando durante doce horas y que el desenlace podría haberse prevenido…
12:40. Llegó la policía a la casa de Maradona. 13.05: el equipo de emergencias de la ambulancia, tras insatisfactorias maniobras de RCP, confirmó su muerte. Minutos después, el periodista de Clarín Mariano Verrina fue el primero que dio a conocer la noticia y la muerte del astro por supuesto que hizo eco en todo el mundo inmediatamente.
Las casas argentinas se tiñeron de gris y llegaron los saludos para la familia Maradona de todas partes del mundo: de presidentes, atletas, actores, fanáticos. De Italia, de España, Dubai. El entonces presidente de la Nación Alberto Fernández decretó tres días de luto.
El cuerpo de Diego fue despedido primero por familiares y amigos en la casa velatoria Tres Arroyos, ubicada en Av. San Martín 1500, en La Paternal. Luego, en la madrugada del 26 de noviembre, fue trasladado a la Casa Rosada para que allí lo homenajearan al día siguiente cientos de miles de argentinos. La pandemia de Covid-19 quedó entonces relegada a segundo plano y se rompieron todos los protocolos.
La muerte de Diego Armando Maradona unió a todos; como ya lo había hecho su vida. Al cierre de la jornada, el cuerpo fue trasladado al Cementerio de Jardín Bella Vista, en San Miguel, donde descansa junto a sus padres Don Diego y Doña Tota. Lo acompañó una caravana y en su tumba, la inscripción que alguna vez había pedido: “Gracias a la pelota”. 25 de noviembre, un día que lloró, no solo el fútbol y el país, sino el deporte y el mundo.
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