El actor encendió la polémica al decir que una docena de empanadas cuesta $48.000. Caputo lo cruzó con ironía, y el drama nacional pasó del cine… al delivery.
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De Mirtha a la indignación: “¡Las empanadas valen una fortuna!”
Todo empezó con una cena. Pero no una cualquiera: la mesa de Mirtha Legrand, ese templo donde las celebridades se sueltan, los políticos tropiezan y los actores opinan con la soltura de un economista en Año Nuevo.
Allí, Ricardo Darín, con tono compungido y gesto de vecino indignado, lanzó:
“Una docena de empanadas cuesta 48 mil pesos.”
Boom. La frase voló más rápido que una tapa de carne en horno de barro. Las redes ardieron. Y Luis “Toto” Caputo, que ya venía haciendo malabares con los números, no dejó pasar el comentario.
Caputo: “Ricardito, no son de Porsche las empanadas”
El ministro de Economía, entre sonrisas y bisturí verbal, respondió con la ironía de alguien que no le teme a los actores:
“Todo bien si él puede comprar empanadas en ‘Mi Gusto’ o Don Julio, pero las empanadas no valen eso, Ricardito…”.
Y el remate fue letal:
“Es como que vayas a Porsche y le digas a Mirtha que los autos valen 200 mil dólares…”.
A esa altura, ya no discutíamos inflación, discutíamos si Darín había confundido empanadas con lingotes de oro envueltos en masa.
Ricardo responde: herido en su ego y en su bolsillo
Pero Ricardo no se quedó callado. En su nuevo rol de defensor del pueblo (empanadero), aclaró que no quería atacar al gobierno. Solo estaba marcando “cómo la inflación se refleja en productos básicos”.
Y, claro, se indignó porque lo llamaron “Ricardito”.
“Eso es despectivo… Me estaría tratando de estúpido”.
Porque si algo molesta más que pagar 48 lucas por empanadas, es que te digan Ricardito en televisión nacional.
La Argentina y su nueva grieta: ¿empanadas premium o exageración?
Mientras los relevamientos marcan que el precio promedio ronda los $22.000 por docena en CABA (y que sí puede trepar a $48.000 con delivery premium, combo y propina al repartidor en Tesla), el debate ya se desbordó.
En la tierra del asado y el pan con milanesa, la empanada se convirtió en símbolo de la tensión política, el humor social y el desconcierto económico.
Y Darín, sin quererlo, quedó como el embajador de la empanada deluxe.
Porque una cosa es ser actor de prestigio, y otra muy distinta… pedir docena y media en Don Julio y decir que representa al pueblo.