Reflexiones en la madrugada: “Se murió, y estábamos peleados”

Por Gabriel Rolón,
Psicólogo, psicoanalista, escritor

“El tiempo” es un concepto muy complicado. Por algo, un amigo filósofo decía: “si no me preguntan lo que es, lo sé, pero si me lo preguntan no lo sé”. Creo que es interesante plantearse algo.

Recordaba la frase de un poema, que dice “el tiempo de aprender a vivir, ya ha sido”. Como decía Montaigne, “nos enseñan a vivir cuando la vida ya ha pasado”

Creo que hay que tener mucho cuidado con el tiempo. No es sano ni acelerar ni retardar el tiempo. Hay tiempo para las cosas. El tiempo discurre, y la vida es tiempo. Por eso, el que juega con tu tiempo juega con tu vida. Porque la vida no es nada más que tiempo.

Si alguien te dice “nos vemos a las cuatro en un lugar”, y aparece a las seis, mi vida son los tiempos, y en esas dos horas podría haber visto a mi hijo, podría haber estado con mi mujer, podría haber ido a estudiar, podría haber descansado, y estuve acá sentado, esperándote a vos, que no te importó mi vida. Porque, si no te importa mi tiempo, no te importa mi vida.

Por eso hay que cuidar y valorar el tiempo. Y a veces está bueno darse un tiempo para no ir más rápido que el tiempo, y no llevarte todo puesto. Pero, hay que tener cuidado con la idea de pensar que siempre hay tiempo para todo. Porque es mentira. Eso le pasa a un mundo de inmortales.

Un mundo de inmortales es un mundo espantoso. Es un mundo donde nadie hace nada, donde no hay arte, donde no hay entrevistas, donde no hay creaciones, donde no hay proyectos. Y traigo un ejemplo de la literatura:

En “Los viajes del Capitán Gulliver”, en un momento de su odisea, llega a un lugar lleno de árboles que se quiebran, y él corre, y en un momento se da cuenta de que no son árboles… son inmortales. Nada más que, les había sido concedida la inmortalidad, pero no la juventud. Entonces no dejaban de envejecer.

Una persona que no entiende que va a morir, es una persona que corre el riesgo de no hacer nada. ¿Sabés por qué? Porque lo hago mañana, porque lo hago después, porque ya va a haber tiempo para… Y la vida te demuestra todo el tiempo, justamente, que no siempre hay tiempo para hacer lo que vos querés. Que no siempre hay tiempo para decirle al otro que lo querés. Te fuiste enojado de tu casa, y no le dijiste a tu pareja “vení, estamos enojados, pero yo igual te quiero”. No se lo dijiste y te fuiste. ¿Sabés cuántas veces escucho la frase “se murió, y no le dije que lo quería”? “S murió, y estábamos peleados”.

Es eso que te queda por decir porque pensaste que iba a haber tiempo eterno. Y el tiempo es un poquito de arena que tenemos entre las manos, y que no manejamos ni siquiera nosotros. Por eso hay que valorarlo, y por eso cuando uno dice “dame mi tiempo”, está bien. Por ejemplo: un duelo. Me dejó ayer la mujer que amo, no me pidas que hoy tenga ganas de salir y disfrutar de la vida, porque no me importa, porque tengo un dolor que me atraviesa. No me vengas con distracciones. Porque tengo un dolor en serio, dejame, ya me voy a reponer.

Pero otra cosa es estirar esa idea hasta un punto tal, donde nunca terminamos de hacer lo que deseamos, porque siempre lo postergamos para un tiempo que a lo mejor no llega nunca, y que no existe.

Yo me di cuenta que mi papá se moría. Tuve la milagrosa fortuna de darme cuenta de que se iba a morir, y entonces recapacité y pensé qué cosas todavía no le dije, qué cosas no me quiero guardar. Y siendo un grandulón de 37 años, recuerdo un día que me senté en su falda, lo acaricié y le dije “papá, gracias, porque nada más lindo me podía haber pasado en la vida de que vos seas mi viejo”. Y él me miró y me dijo “¿qué te pasa?”. Le respondí “¿sabés qué pasa? Que no nos queda mucho tiempo para hablar”. O sea, a mí no me pareció sano ocultarle que se estaba muriendo, porque él también tenía derecho a decir o hacer lo que quería con el último tiempo que le quedaba.

Lo maravilloso, es que lo aprendí para los que no se están muriendo. Mi mamá está muy bien, y yo todo el tiempo la llamo y le digo “mamá, vos sabés cómo yo te amo”. A mi mujer, que está bien, yo todo el tiempo trato de no irme a dormir sin decirle “¿sabés que pasó otro día, y me voy a dormir sabiendo que te sigo eligiendo?” Porque aprendí, que hay veces que no vas a tener una segunda oportunidad.

(Extraído de una entrevista televisiva a Gabriel Rolón)

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