Desde el domingo 13 de julio, el sur de Siria ha sido escenario de intensos enfrentamientos que han dejado un saldo trágico: más de 1.000 muertos y al menos 128.000 desplazados. La situación se ha vuelto crítica, involucrando a combatientes drusos, beduinos y fuerzas gubernamentales, en un escenario marcado por la violencia sectaria.
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INFORME DETALLADO
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH) informó que, entre los fallecidos, se encuentran 336 combatientes y 298 civiles de la minoría drusa. Esta escalada de violencia también ha resultado en más de 128.000 personas desplazadas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Al interno, el gobierno de Siria confirmó la finalización de los enfrentamientos en la ciudad de Sweida tras la intervención de las fuerzas de seguridad y la retirada de combatientes tribales. A pesar de un alto el fuego anunciado por el presidente interino Ahmed al Sharaa, se reportan combates en otras zonas de la provincia.
El acuerdo de alto el fuego, negociado por Estados Unidos y respaldado por Turquía y Jordania, ha sido aceptado por las partes involucradas. Mientras tanto, la comunidad internacional se pronuncia ante esta crisis, con declaraciones del ministro israelí de Relaciones Exteriores, Gideon Saar, y la entrega de ayuda médica por parte de Israel a los heridos en Siria.
El país vuelve a enfrentar un contexto de grave inestabilidad, marcado por la violencia sectaria y desafíos para las autoridades actuales, tras la caída del dictador Bashar al Assad en diciembre. Promesas de estabilización se contraponen a una realidad de inseguridad y violencia continua en el país.