Una banda desconocida, The Velvet Sundown, aparece en Spotify con álbumes, estética y biografía desconcertantes. De pronto, Deezer los etiqueta como posiblemente generados por IA. Este caso no es aislado: otras bandas y canciones también acumulan reproducciones sin compositores reales.
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La polémica se intensifica con canciones generadas por IA que alcanzan los rankings pop, y estrellas virtuales como Noonoouri encumbradas por discográficas. La reacción de músicos famosos como Nick Cave, Sting y Brian Eno no se hace esperar, con opiniones divididas.
La falta de transparencia en la generación de canciones por IA genera preocupación y demandas legales de discográficas. La regulación es escasa, y las plataformas enfrentan dilemas éticos en la identificación de contenido sintético. La experiencia de escuchar y los límites éticos se ponen en juego en esta transición hacia la música artificial y la inteligencia artificial en la industria musical.