Existen varias teorías para definir que es una noticia y otra que plantea que cualquier hecho noticioso para ser presentado al lector debería responder a 5 preguntas básicas (¿Por qué? ¿Quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué?), conocida como estrategia de la comunicación de las 5W puesto que en inglés esas preguntas comienzan con la letra «W». Pero, a veces atarnos a esos preceptos, a esas reglas básicas aleja aquellas historias que seguramente no harán impacto sobre el dólar fluctuante, sobre las disputas políticas en tiempos de elecciones o sobre la negociación internacional sobre el valor del barril de petróleo. Pero quizás esto no reúna las condiciones para ser una noticia, sino una historia detrás de un morrón. La historia de Stella Mari Bidegain y Juan Carlos Tumini.
Regresar a la quinta
Me muestran con orgullo lo que están por cosechar. Son morrones grandes y la huerta es pequeña. En su casa de la calle Sarmiento han hecho del patio un lugar para flores que colorean la tardecita, pero también un espacio para que algunas verduras den sus frutos. Hablan apasionados por esa magia de la naturaleza que este verano y lo que va del otoño salen del verde para llegar hasta su mesa. Hace un tiempo atrás, Carlos me dice «pasá por casa, hay unos morrones para fotografiar que están cerca de los 400 gramos». Esa es su noticia y por qué no ir por ella.
Carlos y Stella me llevan por su patio. Allí hay morrones grandes como los que me dijo. Pero también hay tomates cherry, tomates comunes, perejil y albahaca, y en el fondo una planta de zapallo que va ganando terreno desparramando zapallos de tres tipos.
Carlos me dice «esto lo vimos de chicos en el campo. Las familias tenían su huerta para consumo de la familia. Y eso se ha perdido. Pero nosotros hemos poquito a poco hecho la nuestra». Stella agregó que «yo cuando surge algún curso del INTA local sobre la huerta me sumo. Siempre se aprende algo más para mejorarla».
Carlos resalta que «sería bueno que la gente regresara a producir parte de su propia comida» y se queda mostrándome con alegría la quinta que lleva adelante su mujer.
Historia de trabajo
Juan Carlos Tumini y Stella Bidegain llevan 36 años de casados. Se conocieron en el campo. Tienen dos hijos Inés y Fabián. «Siempre trabajamos en el campo. El 8 de diciembre del 2018 hizo un año que estamos viviendo en la ciudad. Este verano arrancamos con la quinta aquí, pero yo siempre hice donde trabajábamos. Es algo que viene de la familia, mi papá hacía huertay so continué» dice Stella.
Trabajaron juntos en un campo que administraba Pablo Gaviña durante 13 años y luego hasta la jubilación 21 años para una firma de Buenos Aires. De ambos campos tienen muy buenos recuerdos.
Al último trabajo llegaron por esos vericuetos del destino. Habían conocido a Caparros de Hotel Juárez por hacerles unos fletes. Los dueños de la última administración donde trabajaron iban a pedir trabajo a través del diario y la radio, pero ese día se cortó la luz y no salió ni el diario, ni hubo radio. Entonces Caparros «nos llamó y nos presentó a los dueños un domingo a la tardecita. Y de ahí en más trabajamos durante 21 años» y agrega que «los dueños si iban solo comían en nuestra casa y si venían con gente íbamos a comer con ellos. Siempre nos trataron como parte de su familia».
Detrás de los morrones
Atrás quedaron los morrones suspendidos de las verdes plantas. Juan Carlos se sube a los recuerdos. Nos cuenta de su incursión en el fútbol y una lesión de la rodilla que lo dejó afuera. «Es una historia larga. Entre un campo y otro trabajé también de taxiflet, y durante 40 años participé de carreras de sortija. Actualmente para darle un poco más de energía a la jubilación soy banderillero en las pruebas de riendas, aunque a las pruebas de Juárez e Ibarra de donde soy no les cobro. También en las domas gano algún peso más con una campana eléctrica en las jineteadas» y agregó que «no puedo estar quieto. Necesito hacer algo, sino no sé qué pasaría, quizás me vendría abajo».
Cuentas que sus hijos estudiaron en Escuela Nº 11 y en la escuela de Bunge la primaria. Y la secundaria en la Escuela Agropecuaria. Cada uno de los hijos les ha dado un nieto. Ellos están felices con su quinta, con la historia de trabajo, con sus hijos y nietos.
Me voy con el sabor del último mate. Sobre la mesa hay una bandeja llena de gigantescos morrones rojos. Stella y Juan Carlos me despiden con una sonrisa. Está claro que esto para la teoría de la comunicación no es una noticia y talvez no haya respondido a las 5W, pero poco importa. Detrás del orgullo por unos morrones vistos desde su siembra hasta la cosecha hay una historia de trabajadores, de gente que ha encontrado el valor de las pequeñas cosas. Como dijo Juan Carlos «es una larga historia», como la de todos los que hacen la gran historia de cada ciudad. Y eso, en este mundo acosado por la vorágine de titulares que deben vender tragedia, miseria y peleas, es un aire que oxigena el alma.