La falta de agua para muchos de los 21 millones de habitantes que residen en el Valle de México, donde se ubica la capital del país y sus poblaciones aledañas, no es nada nuevo. Actualmente, el 20% de sus residentes apenas recibe unas horas de agua al día, una situación que comparten con otros nueve millones de mexicanos en todo el país. Un estudio elaborado por la Comisión Nacional de Aguas, el Banco Mundial y la Asociación Nacional de Empresas de Agua de México asegura que, si no se revierte el modelo actual de consumo, la capital azteca se quedará sin reservas de agua potable para el año 2030.
Una circunstancia que comparte con otras 11 ciudades del mundo entre las que destaca Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, que va camino de convertirse el próximo año en la primera capital del mundo moderno sin acceso a este preciado bien. De hecho, sólo las medidas de urgencia y la moderación de su población han impedido este año el desastre que vaticinaba el Gobierno. Para evitar esta situación, que podría también poner al borde del colapso a una megalópolis como la azteca, las autoridades mexicanas ya debaten con expertos posibles soluciones.
Las principales causas que prometen secar a la capital mexicana son: el elevado consumo, la contaminación de sus fuentes de extracción y el mal estado de su sistema de transporte de aguas. México, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), padece estrés hídrico, es decir, que consume más agua de la que la naturaleza puede recargar.
El 32% del abastecimiento del Valle de México, proviene de aguas subterráneas que han sido sobreexplotadas: de los 625 puntos de extracción que hay en todo el país, más de 100 están contaminados con arsénico. En estos momentos, la capital del país cuenta con 0% de reservas en capacidad de regeneración de acuíferos, lo que provoca también que tenga que importar el 40% de su agua de fuentes distantes. Muchas ciudades del mundo que se ven en la misma situación solventan el problema reciclando el agua desperdiciada, pero, en el caso de la capital azteca, el mal estado de sus tuberías hace que se pierda hasta el 40% de este líquido reutilizable.
Un habitante en la Ciudad de México consume un promedio de 366 litros diarios, mientras que la media en España es de 132 litros. En Ciudad del Cabo tuvieron que limitar su consumo a 25 litros para retrasar unos años más la llegada del Día Cero, en el que esperaban que el agua corriente dejara de salir de sus grifos. A nivel nacional, en México, el agua se destina principalmente a la agricultura y ganadería, con un 76,3%, seguidos de la industria y la generación de energía, con 13%, y el uso domestico, con sólo el 10%.
Ante la evidente crisis del agua que se avecina en una de las ciudades más pobladas y contaminadas del planeta, hay quienes ya buscan medidas eficientes para recuperar un elemento vital para su supervivencia. Entre ellos están Renata Fenton y Enrique Lomnitz, unos ingenieros mexicanos a los que ya se conoce popularmente como «los cosechadores de agua». Ambos son los fundadores de Isla Urbana, un sistema de captación de lluvia que puede instalarse en cualquier casa o negocio.
Iniciaron hace años su fase de pruebas en un barrio al sur de la capital, ya que ahí es donde más llueve y donde se concentra también el mayor número de viviendas que no tiene conexión con la red de agua potable (250,000 personas, aproximadamente).
Según confesaron los ingenieros durante la presentación del proyecto: «En este lugar la gente no tiene agua en sus casas, pero cuando cae una tormenta, sus calles se convierten en un río y toda esa agua se estanca, provoca inundaciones y lentamente regresa al sistema de alcantarillado de la ciudad sin haber sido ocupada debidamente».
Hasta la fecha, Isla Urbana ha logrado cosechar más de 346 millones de litrosde agua de lluvia gracias a la instalación de 8.000 dispositivos que han beneficiado directamente a más de 50.000 personas que antes no contaban con agua corriente en sus viviendas.
La de este grupo de ingenieros es una de las recetas que pretenden solventar la escasez de agua, aunque en buena medida, el resto de acciones pasan principalmente por las manos del gobierno capitalino: concienciar, por un lado, a la población para que limite su consumo y, por otro, adecuar las tuberías a las necesidades hídricas de la ciudad.
El pasado 31 de octubre, unas obras de mantenimiento del Sistema de Cuztmala, de donde se extrae un tercio del agua de toda la ciudad, dejaron a cerca de cuatro millones de residentes capitalinos sin agua durante 144 horas. En plenas fiestas por el Día de Muertos, cuando la ciudad suele llenarse de turistas extranjeros, un total de 13 alcaldías de la capital y 13 municipios aledaños quedaron afectados y sólo podían acceder al agua durante dos horas al día.
Buena parte de la población se hizo con reservas de agua para superar un corte de proporciones históricas.
Colegios, universidades y guarderías suspendieron sus clases, durante al menos tres días, idéntica situación a la que se vivió en muchas oficinas y negocios que también cerraron sus puertas. Otros ciudadanos optaron por aprovechar el momento para irse unos días de vacaciones y escapar del caos de una ciudad sin agua.
Estas obras sirvieron de simulacro para comprender mejor de qué manera podría subsistir una gran ciudad ante el desabastecimiento que llegará, según los expertos, a partir del año 2030.
En América Latina, que cuenta con 33% de los recursos hídricos del mundo, ya hay 77 millones de personas que no cuentan con acceso a agua potable, mientras que para el año 2025, más de 800 millones de personas en todo el mundo no contarán con suficiente agua si no empezamos a cambiar nuestros hábitos de consumo.
Debe estar conectado para enviar un comentario.