El Rojo arrancó abajo, pero se lo dio vuelta al Bicho en un partido duro y se recuperó de la derrota sufrida en el clásico ante Racing.
Tras un primero tiempo sin mayores novedades, en el complemento la historia fue otra. El equipo de Avellaneda intentó adelantar las líneas para acorralar a su adversario y cortar sus circuitos de juego desde la raiz. El Rojo tuvo otra postura: salió con más determinación, decidido a llevarse puesto al rival y a ganar el partido. Por eso empezó a ganar las divididas. Por eso el voluntarioso Mancuello levantó mucho e inició varios ataques. Por eso Ávalos jugó más sumergido en su hábitat natural: el área. El paraguayo, quien no logra romper la sequía que arrastra desde que aterrizó en Avellaneda, erró un penal con una pésima ejecución y le añadió otro adoquín a la pesada mochila que carga sobre sus espaldas.
Esa acción desperdiciada no desmoronó al Rojo. Maestro Puch, el jugador más desequilibrante del equipo, fue imparable cuando aceleró, selló el segundo con un bombazo y armó una jugada bárbara que no terminó en el tercero de milagro.
Ya en ventaja, Tevez sacó al tucumano de forma inexplicable cuando ya había hecho todos los méritos para ser figura. El Apache armó una línea de cinco atrás para aguantar y tapar los avances de los laterales de Argentinos y dejó a Ávalos solo arriba. El objetivo era claro: aguantar los últimos embates del Bicho, que cada vez que rompió el cerrojo chocó con los guantes de Rey.
El Rojo sufrió, pero resistió. El triunfo fue la medicina que Independiente necesitaba para empezar a cicatrizar las heridas de la derrota sufrida ante Racing. La ilusión volvió a golpear la puerta.
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