El abuso sexual es una forma de violencia, física o psicológica, cometida sin consentimiento por uno o varios individuos. Afecta principalmente a mujeres y niñas, cometido en su mayoría por hombres, y en la mayoría de los casos por personas cercanas a las víctimas. A menudo, las víctimas no presentan heridas físicas, pero los daños psicológicos pueden ser intensos y duraderos. La violencia sexual tiene graves consecuencias para la salud mental, como trastornos psicológicos, depresión y trastornos sexuales, generando un riesgo vital para las víctimas. Los abusos sexuales son estrategias premeditadas por los abusadores, que buscan generar confianza en la víctima antes del abuso y silenciarla posteriormente.
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Una situación de abuso sexual puede incluir coacción verbal, visual, psicológica o física. La estrategia del abusador implica la creación de un ambiente de confianza e intimidad con la víctima, seguido por el abuso propiamente dicho. Finalmente, el abusador busca obtener el silencio de la víctima, utilizando la vergüenza, la culpa o amenazas. Las consecuencias psicológicas para la víctima son graves e incluyen la pérdida de autoestima, insensibilización emocional, desconfianza extrema, y la tendencia a incurrir nuevamente en situaciones de abuso.
Es esencial comprender que, sin importar la gravedad de lo sucedido, siempre se puede luchar y salir adelante. Aunque los daños del abuso sexual pueden ser intensos y duraderos, la esperanza y la lucha por la recuperación siempre están presentes.