Listo, renuncio, me voy, pero otros quedan:
Me gustaría decir que esta decisión no se debe a asuntos económicos… Pero soy humano, tengo el defecto de comer todos los días y, para colmo, soy joven: Mis aspiraciones no tienen límites. Si Dios quiere este año termino mi licenciatura y estoy cursando otro profesorado.
Mis principios no me permiten que, tras años de estudios, gane muchísimo menos de lo que cobraba en mi adolescencia haciendo de trapito o sacándole el ácido a las baterías mientras soñaba que estudiando iba a vivir mejor. Crecí convencido de eso. Todas mis acciones orbitaron en torno a realizar mis estudios. No cabe en mi cabeza pensar que sólo he perdido el tiempo en quimeras.
Las injusticias que se viven en el sistema educativo municipal no son pocas. Tampoco son desconocidas, y tampoco son nuevas. La situación viene con una inercia de muchísimos años: Despidos de personal, vigilancia en el discurso político, reducción de horas, etc. Uno puede pensar ¿Por qué no renuncian? Si todo está tan podrido ¿Por qué siguen soportando tanto atropello? La verdad es más complicada.
Yo no tengo hijos, ni deudas extravagantes. Esa situación me brinda mayor margen de acción para poder tomar esta decisión y no recular. Pero ¿Qué hay de aquellos que viven en el limbo de no saber si seguirán trabajando o en cualquier momento se quedan en la calle? ¿Y aquellos que tienen que alimentar las bocas de sus hijos? No pueden escapar tan fácil, no hay posibilidad de huir a la seguridad que viven otros docentes en sistemas menos corrosivos. Renunciar para aquellos implica bocas pidiendo pan.
Y de eso vive el sistema: de las necesidades. Se aprovechan del colapso en la sobreoferta de docentes. Aquellos que son centrifugados por la provincia van a caer a las aulas de Valle Viejo, y la aplastante gravedad de la intendencia los manipula y moldea a su gusto. No los quieren en la calle, no los quieren haciendo paro, no los quieren pidiendo un sueldo digno, el que jode ya sabe. “¡Cuando se callan son tan hermosos! Ustedes tienen que estar agradecidos porque algo es algo”. Se tira la soga lo justo y necesario como para no matar.
Como en el amor, uno pone en la balanza lo positivo y negativo. Me llevo los mejores recuerdos de mis colegas, excelentes seres humanos. Mis directivos, con los que siempre conté en todo lo que estuvo a su alcance. El amor puro y sincero de mis alumnos, que me llenaron de abrazos y cartitas, y por quienes no renuncié antes. Porque ellos son el combustible de todas mis acciones, aquellos que dan sentido a mis batallas cotidianas.
Lamentablemente, existe el hecho de que no me pagaron las vacaciones, se retrasó la firma del contrato para no pagarme el mes de marzo completo, y mi sueldo (que es menos de la mitad de lo que yo cobraba en provincia). Para poner un ejemplo, me depositaron en mi cuenta sólo $8.000. Vale mencionar que tenía 24 horas cátedra. Sin ir más lejos, por 4 horas en secundario de la provincia estoy cobrando lo mismo que por un cargo completo en Valle Viejo. Y la discusión no se reduce sólo a lo monetario, sino a la dignidad. Todo esto volcó la báscula hacia lo negativo.
Me gusta pensar que esta carta va a ayudar a mejorar la situación laboral de aquellos que no pueden escapar del sistema educativo municipal. Me gusta pensar que estas palabras ayudarán a aquellos que coinciden con ellas pero saben que compartir este pensamiento es requisito suficiente para quedar sin empleo. Tengo la esperanza de que alguien me escuchará y correrá a lanzarles un salvavidas a los que se encuentran acorralados. Ojalá se respeten los derechos de todos, que cobren como les corresponde y que puedan aspirar a superarse en la vida. Ojalá tengan derecho a que se acepten sus certificados médicos. Ojalá los traten como se lo merecen porque doy fe de que son excelentes seres humanos que transpiran la camiseta para, por unas monedas, educar a nuestro futuro.
Dios sopla aires nuevos. Tengo fe en que todo cambiará. Ningún sistema injusto ha podido durar para siempre.
Debe estar conectado para enviar un comentario.