“Fantasías plebeyas”, una muestra de Bienalsur que indaga sobre la arquitectura de la opulencia

TELAM 27082021 Gabriel Baggio,Diana Wechsler y Aniibal Jozamix "Fantasías plebeyas" da título a la muestra que podrá visitarse desde el próximo sábado hasta el 24 de octubre en el Museo Nacional de Arte Decorativo, una serie de instalaciones específicas que reflexionan, recurriendo a juego y al humor, sobre un tiempo pasado de opulencia que, probablemente, no haya sido mejor que un presente despojado y plebeyo. foto Julian Alvarez CF

(Por Claudia Lorenzón) La muestra “Fantasías plebeyas”, que propone reflexionar sobre la arquitectura de la opulencia en Argentina, un país desigual en regiones y clases sociales, se inaugurará mañana en el Museo Nacional de Arte Decorativo y abrirá el ciclo de presentaciones de Bienalsur en la Ciudad de Buenos Aires, una de sus 124 sedes alrededor del mundo.

Un sitio específico de la argentina Luciana Lamothe e instalaciones del noruego Emil Finnerud y del francés Mehryl Levisse junto a obras en cerámica esmaltada en oro de Gabriel Baggio proponen una revisión del patrimonio y su significado, en diálogo con las piezas del Decorativo, donde performers de la escuela de danza Contemporánea del Teatro San Martín recorrerán el museo como parte de la propuesta artística.

La exhibición -que abre con la escultura en madera de Lamothe, un túnel circular pintado de rojo que invita a ingresar desde el pórtico del museo, oponiendo sobriedad a la opulencia Palacio Errázuriz- forma parte de la “agenda crítica” que propone la Bienal y que se replica en el Palacio Ferreyra, de Córdoba, explica a Télam Leandro Martínez Depietri, su curador.

Como una arquitectura intrusa, la obra “Repetición por quiebre”, de Lamothe, contrasta con la sobriedad de la piedra París y la solidez del edificio decimonónico.

Los anillos que componen esta pieza de color estridente y madera quebrada de puntas salientes “no tienen jerarquía de uno sobre otro, están a la par” y de esta manera se genera “un contraste muy grande” entre la escultura y la arquitectura monumental de corte europeo, pensada para gloria de las familias de clase alta y de la nación”, señala Martínez Depietri.

Lamothe plantea “una arquitectura de la crisis”, desatada por esta pandemia pero que también se remonta a la crisis de 2001 y a protestas de vecinos que al quemar bolsas de basura dejan marcas negras sobre el asfalto, generando una especie de “muestra colectiva de los cuerpos en tensión”, dice el curador durante una recorrida previa a su inauguración, mañana.

Desde la antecámara del museo, una serie de herramientas de trabajo con lustre de oro componen “La Pampa se ve desde adentro” y relucen junto a Gabriel Baggio, su creador, que acondiciona las piezas mientras cuenta su experiencia en la construcción de una casa de adobe en medio del campo, durante 16 jornadas, filmadas en 160 horas.

Con esta obra, el artista replica en calco, uno a uno, la pala, el rastrillo, el arado, los guantes y el fratacho que usó para construir esa casa y cuestiona al modelo neoliberal de la modernidad que dejó atrás la posibilidad de manufacturar esas herramientas.

Doradas por Baggio, “las herramientas se convierten en objetos casi suntuarios, como una joya -dice Martínez Depietri-, en una inversión absoluta de la lógica de las artes decorativas, que en general trabajan motivos relacionados con el ocio, con escenas galantes, el esparcimiento y la naturaleza”.

Al convertir una herramienta de trabajo en iconografía central de la decoración, Baggio “pone el tiempo del trabajo en el centro de lo que es el ornamento y desplaza la pregunta sobre la belleza. Ya no se trata del ocio de una clase alta que encarga la construcción de este edificio, sino de cómo agenciarse los medios para construir una casa de adobe, la propia vida y el entorno que uno habita”, explica el curador.

Ocurre que su obra revisa el concepto de artes decorativas, nacido del lujo y la desigualdad del siglo XVIII, que escindía a las Bellas Artes, consideradas superfluas, como la pintura, la escultura o el recitado de poesía, de las artes decorativas, como la ebanistería y la marquetería, que tenían una funcionalidad.

En el subsuelo, dentro de una habitación con paredes azules y piso negro y en otra que simula una cancha de tenis con polvo de ladrillo, se concentran las piezas del noruego Emil Finnerud: serigrafías, esculturas en yeso, impresiones 3D y partes de un Porsche 911 que llevan por título “Death drive” (impulso de muerte), un juego de palabras en inglés que remite a una carrera automovilística mortal y a la pulsión de muerte en términos freudianos.

El doble sentido, problema predilecto del surrealismo y el inconsciente, da lugar en esta instalación a una escena siniestra y barroca en la que elementos fragmentados de un automóvil de lujo -involucrado en un accidente real- adquieren el lugar de ornamentos, presentes en las esculturas y las serigrafías que se esparcen por una cancha de tenis.

“La reunión atípica de la ostentación ornamental y un deporte tradicionalmente exclusivo construyen una crítica de la cultura contemporánea sustentada en el mérito, la competencia y el individualismo”, señala Martínez Depietri.

El curador dice que “su emplazamiento en este edificio recuerda un episodio clave de la historia revolucionaria que fue inmortalizado en pintura por Jacques-Louis David: el juramento del juego de pelota en el Palacio de Versalles en 1789, cuando los diputados ocuparon este espacio de ocio del rey Luis XVI exigiendo una Constitución para Francia”.

En este caso, la obra dialoga con piezas de la colección del Decorativo, como una cómoda estilo Luis XV y una pintura de Soldi en el techo de la habitación.

Una tercera habitación en el subsuelo del Errázuriz Alvear, decorada en tonos rosa y con un piso verde de arabescos negros, da término a la muestra.

La puesta de Levisse, “The naive decorators” (los decoradores ingenuos), se nutre de múltiples tradiciones, contrariando la concepción con la que fue construido este Palacio, donde cada salón responde a un único estilo de la historia canónica del arte: art decó, renacentista y barroco.

Ese diseño, que funcionaba simbólicamente como una afirmación de clase, sofisticación y conocimiento de mundo contrasta con la instalación de Levisse, que lleva la hibridación al extremo del pastiche y el kitsch, con un decorado inspirado en el orientalismo y el medioevo y trajes hechos por él con estética no binaria de intensos colores rojos, dorados y azules que, expuestos, parecen presencias fantasmales.

El artista, de reconocida militancia LGBTQI+, “reúne de forma arbitraria elementos de las más diversas tradiciones y genera una suerte de espacio fantástico, un hábitat particular en sus instalaciones, que no busca una afirmación de clase sino construir modos de vida irreverentes frente al canon”, explica el curador.

Sus formas exuberantes surgen del encuentro desenfadado de elementos que van de los muros pompeyanos al rococó, pasando por los manuscritos iluminados del Medioevo y las máscaras del carnaval veneciano, dando lugar a nuevas miradas sobre el cuerpo y su ropaje dentro de un ambiente de singular belleza, en el que se alojan objetos de la colección del museo, planteando una apropiación lúdica y desafiante de la tradición y los relatos académicos.

La obra de Levisse, con telas sublimadas que cuelgan del techo simulando carpas beduinas, está integrada en esta habitación a una capilla medieval con vitrales del siglo XVI y XVII, y dialoga con esculturas de bronce art nouveau y jarrones isabelinos de estilo rococó.

La exposición, estará abierta al público de martes a domingos, de 13 a 19, hasta el 24 de octubre, con reserva previa desde la web del Museo Nacional de Arte Decorativo, kilómetro 3.2 en la cartografía de Bienalsur.

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