Stanislav Tarnavskyi, liberado de una prisión rusa en abril, tiene prisa por reconstruir su vida en Ucrania. A pesar de lograr comprar un apartamento, adoptar un perro y proponer matrimonio, el trauma persiste. Tarnavskyi sufre de pesadillas y ansiedad, secuelas de tres años de cautiverio. Se une a más de 5.000 ex prisioneros de guerra rehabilitándose con terapia regular. La luz del sol le daña los ojos, aún sensibles tras años en una celda oscura. A pesar de su progreso, cualquier estímulo puede desencadenar recuerdos traumáticos en los prisioneros. Estos ex combatientes necesitan monitoreo constante, ya que las secuelas de la guerra resuenan durante generaciones. La reintegración es una lucha para las familias, mientras que los ex prisioneros luchan contra la hipervigilancia, la ansiedad y la dificultad para confiar. Es crucial brindarles atención psicológica especializada a medida que envejecen, dado que estudios han demostrado tasas de mortalidad más altas y peor salud autoevaluada en ex prisioneros de guerra. La recuperación llevará tiempo, y aunque haya progreso, las cicatrices emocionales perduran.
Ex prisioneros de guerra ucranianos luchan por rehacer sus vidas tras el cautiverio
