El poder del canto femenino en la Fiesta del Poncho

Cuando la Fiesta del Poncho de Catamarca arranca, no solo se prepara el escenario, también se rememora. Las voces, pañuelos, coplas y coraje de las mujeres han dejado una huella imborrable en esta celebración. Desde los inicios, el canto femenino ha sido una fuerza omnipresente, encarnando la memoria y la valentía. Mercedes Sosa y Silvia Pacheco, dos figuras que trascendieron fronteras, representan la esencia de este poder femenino.

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LA VOZ QUE HABLÓ AL PUEBLO Y AL DOLOR

Mercedes Sosa, con raíces tucumanas, se convirtió en un ícono nacional. En la edición de 2006, brindó un concierto inolvidable en la Fiesta del Poncho. Su música, arraigada en lo andino, se convirtió en un estandarte de resistencia. Frente a la represión y la censura, su voz fue un reclamo silencioso pero contundente. Su legado perdura, recordándonos que la música puede ser un arma de lucha, refugio y expresión auténtica.

Silvia Pacheco, nacida en Catamarca, fue una figura menos visible pero igualmente trascendental. Maestra y madre del canto con caja, su arte se manifestaba desde la contención y la solidaridad. A través de su música, tendió puentes entre generaciones, manteniendo viva la esencia del folclore local. Su voz, que no buscaba el brillo superficial, transmitía un mensaje profundo de acompañamiento y pertenencia.

EL CANTO COMO HOMENAJE COLECTIVO

La Fiesta del Poncho no solo representa una feria o un festival, es un espacio simbólico donde el pueblo se refleja a sí mismo. Las mujeres, con el canto como estandarte, han forjado su lugar en esta celebración. Mercedes y Silvia, cada una a su manera, han contribuido a la construcción de este legado. Sus voces, aún presentes en el recuerdo, resuenan cada vez que una mujer entona su canción en la Fiesta del Poncho. Porque cuando una mujer canta, la tierra y la memoria escuchan.