El Papa Francisco beatifica a cuatro argentinos

El Papa argentino beatifica a cuatro argentinos. A partir de hoy intercederán por nosotros. El cuarteto padeció la persecución por su compromiso con el Evangelio. La doctrina social de la iglesia. Fueron asesinados durante la dictadura. El laico Wenceslao Pedernera es el claro ejemplo de eso que dice Francisco cuando se refiere a que la santidad está dirigida para todos los habitantes de la tierra y no para superhéroes. Todos los cristianos están llamados a la Santidad, nadie está excluido.

En el año 2006 en La Rioja, presidio la misa como Cardenal Primado y se refirió a su primera visita a la provincia en 1973: “Llegué un día histórico, el 13 de junio, el dia de la pedrada de Anillaco”.

Estuvo en un retiro, con otros sacerdotes para reflexionar acerca de la elección del provincial de los Jesuitas. Monseñor Enrique Angelelli les predicó durante las jornadas. Bergoglio recordó que: ”Fueron días inolvidables, días en que recibimos la sabiduría de un pastor que dialogaba con su pueblo y recibimos también las confidencias de las pedradas que recibía ese pueblo, y ese pastor, simplemente por seguir el Evangelio. Me encontré con una iglesia perseguida entera, pueblo y pastor”.

Cuando Bergoglio hizo este homenaje se cumplían 30 años del asesinato de Angelelli. Una de las frases providenciales que tuvo en esa misa, cuando nadie soñaba que iba a ser él quien lo beatificara y menos que llegara a Papa, fue: “El día de la muerte de Angelelli, el 4 de agosto, de 1976, alguno se puso contento porque creyó que era el triunfo. Fue su derrota. Esa sangre hoy clama por vida y el recuerdo de Angelelli, no es memoria encapsulada. Es un desafío”.

Al final cantó (algo poco usual en el es cantar), una frase del obispo: “Hay que seguir andando”. La concurrencia explotó en una ovación. En ese momento, si algo quedó claro, fue que Angelelli pudo vislumbrar el drama de la Patria, pero lo hacía con esperanza.

El laico Pedrera nació en los Jaguales el 28 de septiembre de 1936. En los viñedos se conoció con Coca, su mujer. Su padre administraba las viñas Gargantini. Él se fue acercando a Jesús poco a poco. Fue en la capilla de las Bodegas donde sintió una revolución de Jesús en su corazón. Allí nació en una vida de gracia. A partir de entonces, por intermedio de los líderes de la Accion Católica, se acercó a monseñor Angelelli, se mudó a La Rioja y dedicó sus días a la ayuda evangélica a los humildes, trabajadores y campesinos. Lo asesinaron frente a su mujer y a sus hijas el 25 de julio de 1976, en Sañogasta. En plena agonía dijo: “Los perdono”.

El franciscano Carlos de Dios Murias nació en Córdoba, estudió en el Liceo Militar y en la Facultad de Ingeniería. Sintió el llamado de Jesús en la mitad de su carrera, se sumó a los frailes franciscanos y se ordenó en 1972 bajo la bendición de monseñor Angelelli.

No paraban de perseguirlo porque el denunciaba ante la justicia los atropellos a la dignidad de la persona humana. Lo amenazaban sin pausa, él les respondía:“Podrán silenciar la voz de Carlos, pero no el Evangelio”.

En julio de 1976 lo secuestraron en Chamical, donde fue asesinado junto al padre Gabriel Longueville, quien cuando lo fueron a buscar a Carlos, no a él, le dijo: “No te dejo solo. Voy con vos”. Se entregó al martirio. Al enterarse el obispo Angelelli presagió: vendrán por mí. La profecía se cumplió. El camino de estos mártires fue aceptar amar con todas las consecuencias. Francisco dijo:“Biblia y vida: comprometámonos para que estas palabras se abracen siempre, que nunca estén una sin la otra”.

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