El desafiante Pasaje de Drake: travesía peligrosa y motor ecológico

Al caer la tarde en Ushuaia, muchos viajeros miran al sur con el deseo de cruzar el límite que separa el continente americano del reino antártico: el Pasaje de Drake. Este corredor marino es conocido por su belleza indómita y el temor que inspira en marineros de todo el mundo.
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El Pasaje de Drake, ubicado entre el extremo sur de Sudamérica y la Península Antártica, es célebre por el riesgo que implica navegar sus aguas. Condiciones imprevisibles, olas de más de veinte metros y vientos intensos han marcado la historia de marinos y exploradores.
Sus tormentas han generado tragedias incluso en cruceros modernos, debido a la circulación de energía y olas sumamente poderosas. Sismicidad y vientos circumpolares sin obstáculos agravan la ferocidad del Pasaje. El nombre del cruce homenajea al corsario inglés Sir Francis Drake, y su importancia radica en su papel como autopista de nutrientes y motor ecológico.
Bajo su superficie fluye la corriente circumpolar antártica, un gigantesco río submarino que conecta océanos y contribuye al secuestramiento natural de carbono. Este proceso, esencial para frenar el cambio climático, convierte a la región en una de las áreas más efectivas en la captura de carbono del planeta.
Además, el Pasaje de Drake actúa como la gran autopista de nutrientes desde el Pacífico hasta el Atlántico y la Antártida, alimentando al plancton y sosteniendo la vida marina en la región. La travesía de este pasaje sigue siendo una experiencia desafiante y mítica, condensando la historia del desafío humano frente a la naturaleza y subrayando la urgente necesidad de comprender y proteger los grandes motores ecológicos de nuestro planeta.
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