El culto a la Pachamama, o ‘Madre Tierra’, es una de las tradiciones más antiguas y profundas de los pueblos originarios de los Andes. Antes de la llegada de los españoles, las comunidades agrícolas andinas comprendieron que la naturaleza es un ser vivo, sagrado y generador de vida, al que se le debe respeto y gratitud.
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Ritual de la corpachada
El ritual de la corpachada, que consiste en enterrar alimentos, hojas de coca, bebidas o semillas en la ‘boca de la tierra’, es una práctica clara de este vínculo. Con él se busca asegurar fertilidad, protección y bienestar para toda la comunidad. Aunque reprimida durante la colonización, la veneración a la Pachamama resistió en silencio y se mantuvo viva en la memoria de las comunidades andinas.
Identidad cultural y resistencia
En la actualidad, el ritual es mucho más que un acto espiritual. Es un signo de identidad cultural, un emblema de resistencia y un recordatorio de que seguimos siendo parte de un todo que nos excede. La ceremonia es profundamente inclusiva, convocando a todos y recordándonos que la tierra nos une, independientemente de jerarquías o edades.
Repensar nuestro presente
Cada corpachada es una invitación a repensar nuestro presente en tiempos donde el cambio climático y la explotación desmedida amenazan lo que parecía eterno. La voz de la Pachamama nos recuerda que la tierra es finita, y que cuidarla es también cuidar a quienes la habitan.