Crónica de una noche amarga en Tileye


Sábado a la noche, o madrugada de domingo, lo mismo da para las mujeres y hombres despedidos de Tileye, que decidieron «hacer guardia» en la entrada a la fábrica que se lleva, en su cierre, más de 20 o 30 años de su vida. Al llegar ExtraCatamarca.com, poco antes de la medianoche, hace calor y hay estrellas, con algunos relámpagos lejanos hacia el oeste y el norte. Los automovilistas que circulan por Ruta 33 pasan tocando bocina, como si se tratara de un mensaje de solidaridad. Sobre uno de los costados del ingreso al predio, que tiene el portón cerrado, los ahora operarios sin trabajo instalaron las carpas. Se los ve naturalmente cansados, porque desde el miércoles último su vida se transformó en esto: incertidumbre y temor por futuro laboral. 


El acampe, dicen, es «para que no saquen nada, que no toquen las máquinas… hace tiempo, mientras todavía estábamos trabajando, nos fueron vaciando de a poco la fábrica, yo les advertí a mis compañeros, les dije que nos uniéramos y nos preparáramos para lo que podía pasar, y pasó, y acá estamos». La que habla es Marta Ofelia, con 32 años de servicio en Tileye. Junto a una compañera que lleva 25 años trabajando en este lugar, Marta comenta que, incluso, hay quienes están desde la inauguración de la fábrica en Sumalao: hace 35 años: «ellos armaron las máquinas y fueron los primeros en empezar a trabajar en la Avenida Galíndez, donde hacían tejeduría, y después cuando empezaron confección se vinieron para acá», recuerdan. 


Y todo, muy pronto, será sólo eso: recuerdos. Y para nada gratos, según dirán más adelante en su conversación con ExtraCatamarca.com. El presente, afirman, «es una burla, se están riendo de nosotros, porque aparte que nos echan como perros, nos ofrecen el 35% de indemnización. Pero toda la vida se rieron de nosotros y nos usaron… se llenaron de plata y se fueron», sintetizan con amargura. 


Según dicen, al dueño de la empresa, hace seis años que no le ven la cara, y cuando la empresa entró en concurso de acreedores, consultaron al sindicato y a un joven encargado de la fábrica, para saber «quién es el síndico, quién es el juez que entiende en la causa, en qué juzgado se tramita, y nadie sabía nada». Pero parece que aquí también hay historias de traiciones, porque con el tiempo se enteraron de que el sindicato era acreedor, de modo que no podía desconocer la situación. Para más datos, agregan que «el sindicato cobró, y los otros acreedores eran dos bancos, pero nos decían que no sabían nada. Nos mentían en la cara, y seguían diciendo que estaban en concurso de acreedores».


«Y usted ve -dicen a ExtraCatamarca.com-, aquí los sindicatos no están, tenemos dos gremios, SOIVA y SETIA, y solamente nos acompaña una delegada que fue despedida como nosotros… los demás brillan por su ausencia, no nos colaboran con nada. Aquí la gente que pasa nos deja gaseosas, por lo menos, pero estos sindicatos nos sacaron décadas de aportes y no trajeron ni agua para que nos refresquemos, con el calor que además estamos soportando desde el miércoles». 


Llega una mujer hasta el acampe, con la intención de brindarles un asesoramiento desinteresado, y una parte del grupo se reúne con ella, escuchándola atentamente. Nos preguntan a nosotros si conocemos un abogado que podamos recomendarles, porque tienen sobradas razones para desconfiar de los letrados de los gremios, por lo ya mencionado. «Tenemos mucha confusión, no entendemos nada de leyes, y queremos que alguien nos aclare las ideas, nos saque las dudas», reconocen en una absoluta muestra del desamparo que padecen. La mujer les recomienda que «no firmen aceptar el fondo de desempleo, no firman nada». Sin embargo, el desconocimiento en lo legal no les impide ver que los abogados de los sindicatos sólo aparecen cuando hay reuniones en Casa de Gobierno, «para figurar en la prensa».


Necesitan plásticos, lonas de las que se utilizan para los camiones, «que nos presten para cubrirnos de posibles lluvias, o del sol, porque terminamos insolados. Y queremos hacer una olla popular pero nos falta la olla», piden, a quien tenga la posibilidad. Peor la pasa Lidia Sedán, con más de 30 años en Tileye, que sufre de trombosis en sus piernas y otras enfermedades, todas producto de su desempeño como obrera. Ya no puede trabajar más, pasó dos veces por una Unidad Coronaria este año, y recibió el telegrama estando con certificado médico. Aspira poder acceder a un retiro por invalidez. También cuentan el caso de Julio, uno de los trabajadores que están desde que se inauguró la fábrica, y padece diabetes. Este hombre sufrió una seria descompensación el día que recibió el telegrama.


Sobre el final del encuentro con ExtraCatamarca.com, Marta Ofelia nos pide, con la voz quebrada por la emoción y al borde del llanto, que «agradezcan de nuestra parte a todo el mundo, no sabés la enorme muestra de solidaridad de la gente que pasa por aquí, estamos eternamente agradecidos, es impresionante el apoyo, y nos piden que no aflojemos, que sigamos»… Termina de decir esto y suena otro bocinazo solidario, que es respondido por las manos levantadas de los obreros desocupados. Cuando llegamos, el cielo estaba despejado, pero de pronto, en pocos minutos, los nubarrones amenazantes se ciernen sobre nuestras cabezas, quizá como una metáfora de aquellos nubarrones que, desde la semana pasada, amenazan el futuro laboral de estos trabajadores.