Cristina Pérez: “El Gobierno está condenando a la miseria a gran parte de la Argentina”

La periodista Cristina Pérez planteó un panorama sombrío y complejo en el comienzo de una cuarentena más estricta que busca desacelerar el aumento de casos de coronavirus en el Área Metropolitana. En su programa de radio Mitre, cuestionó la falta de creatividad del gobierno nacional en medio de una crisis económica estrepitosa, con indicadores peores a los de 2001.

El Gobierno está condenando a la miseria a gran parte de la Argentina mientras ellos siguen con sus actividades que eventualmente engorden sus arcas. Vos le ordenás a otros que se fundan en nombre de tu autoridad y que se la aguanten. Y me parece que no funcionan así las cosas en un país democrático. O no debieran funcionar así”, reflexionó.

Pérez conduce además el noticiero de Telefe. Semanas atrás, protagonizó en ese espacio un cruce tenso con el presidente Alberto Fernández cuando le hizo una pregunta vinculada a la expropiación de la agroexportadora Vicentin. “¿Tenía la necesidad de humillarme así?”, se preguntó luego. Finalmente, el gobierno nacional parece haber archivado por ahora la idea de avanzar sobre la compañía de capitales privados.

El editorial completo del programa emitido el lunes 29 de junio:

Cuando el presidente de la Nación decidió la cuarentena temprana, 19 de marzo, estaba mirando el diario del lunes. Eran países como Italia o España que por no tener tiempo vieron sobrepasados y colapsados sus sistemas sanitarios.

Esos países sufrieron también el estrés de tener poblaciones por lo general añosas. En el caso de Italia, una de cada tres personas es población de riesgo con lo cual podían requerir de forma casi segura una terapia intensiva. Además tenían enfermedades precedentes vinculadas a su edad.

Y en ese momento la cuarentena tuvo una gran legitimidad porque se consideraba que era una ventaja comparativa crucial tener el tiempo que otros países no habían tenido. El tiempo que no habían tenido España e Italia para poner al día sus recursos sanitarios.

Cien días después, la pregunta es “¿qué se hizo con ese tiempo?”. Era obvio que la cuarentena iba a frenar los contagios, pero no iba a curar el virus; no iba a frenar la pandemia. Lo había advertido la OMS casi al mismo tiempo que la Argentina restringía sus actividades: la cuarentena por sí sola no es suficiente y hace falta una política activa de testeos y aislamiento para evitar la circulación comunitaria del virus.

Pasó el tiempo y nos tranquilizaron los números de fallecimientos porque no teníamos esos indicadores de espanto que veíamos en otros países que habían tratado de lidiar con este problema inédito sin cuarentena. Pero siguió pasando el tiempo y la cuarentena no evitó lo inevitable que es que crecieran los casos.

Rastreos, testeos y aislamientos no fueron suficientes; todo lo contrario. Y mientras algunos cumplían muy bien la cuarentena, no podían porque viven en condiciones sanitarias donde ni siquiera hay agua. También hubo sectores que directamente no fueron controlados porque allí estaba en juego la subsistencia.

¿Y cuál es hoy el plan del Gobierno luego de un tiempo que en muchos sentidos fue malversado? El mismo planSe acabaron las ideas.

¿Por qué el mismo plan hoy no alcanza? Porque solamente en el mes de abril tuvimos una caída de la economía más estrepitoso que el peor registro derivado de la crisis de 2001. Y porque el Gobierno no puede cerrar los ojos ante las quiebras y la bancarrota permanente de miles de personas, de miles de argentinos. Comercios pequeños y empresas grandes hoy están unidas con un objetivo común: subsistir. Y no saben cómo hacerlo mientras transitan el cuarto mes en el que tienen que pagar sueldos e intentar armar un horizonte.

¿Saben qué es lo peor de esto? Lo hablaba con alguien que sabe, que me lo contestaba con angustia. Lo peor es que los casos van a crecer. ¿Y qué va a hacer el 18 de julio la gente si la cosa encima no mejoró? Acá el dilema se hace realmente más complejo porque están en juego dos superveniencias: al coronavirus y a situaciones que enferman tanto o igual como el virus, ya sea por derivaciones emocionales o físicas de una tragedia socioeconómica de dimensiones que no conocemos en nuestra historia.

En el medio de todo esto, el Gobierno se agarra a una solución única. Sin embargo, aún teniendo el beneficio de la duda ante una situación única e impensada que se dio en el mundo, vemos que otros planes del oficialismo sí van para adelante. Son los planes de la radicalización.

Entonces, mientras gran parte de la sociedad intenta llevar adelante esto como puede, ve como el Gobierno avanza en su radicalización sistémica, donde intenta expropiar, se incrementa el discurso de la intolerancia y agrieta la grieta.

Y en este contexto vemos situaciones contradictorias, que por momentos dan bronca y por otros dan risa, como la cuestión de quienes quieren hacer actividad deportiva porque les explota la cabeza. Está comprobado que salir a correr no contagia, pero están impedidos de hacerlo por una cuestión simbólica como si las autoridades pudieran por una cuestión simbólica avanzar sobre las libertades de las personas. Y encima lo reconoce el ministro de Salud de la Nación. Dijo que prohibieron la actividad deportiva por “imagen”. Es una falta de respeto inaceptable. Inaceptable.

Uno espera que exista algo de creatividad, pero también que en este momento que requiere más que nunca de unidad nacional, primero el presidente no siga cavando la grieta; y segundo que no siga cavando la fosa. Porque cuando estás en el fondo del pozo, flaco, dejá de cavar más. Ya está.

Hoy no alcanza probablemente con una sola mirada y abrazarse a lo que convirtieron en un dogma, la cuarentena. La cuarentena te puede congelar la solución, pero no te resuelve la cuestión de fondo. Y el problema económico crece en el medio, que ya no es un problema, es una catástrofe.

La verdad es que tenemos que encontrar una solución para convivir: el Gobierno está condenando a la miseria a gran parte de la Argentina mientras ellos siguen con sus actividades que eventualmente engorden sus arcas. Vos le ordenás a otros que se fundan en nombre de tu autoridad. Y que se la aguanten. Y me parece que no funcionan así las cosas en un país democrático. O no debieran funcionar así.