2020, el año en que Francisco le recordó al mundo que «nadie se salva solo»

En un 2020 marcado por el coronavirus, el papa Francisco multiplicó sus gestos y mensajes durante la pandemia, como el histórico rezo desde una Plaza San Pedro vacía en el que recordó a la humanidad que «nadie se salva solo» y el llamado a «rehabilitar la política» en su última encíclica dedicada a la fraternidad, «Fratelli tutti».

El viernes 27 de marzo, la imagen del pontífice en soledad en la Plaza durante las celebraciones de Pascua dio la vuelta al mundo, apenas segundos antes de que pronunciara la frase que se convirtió en uno de las frases más representativas de la era de la pandemia: «Nadie se salva solo».

El mundo atravesaba entonces la primera ola de confinamientos y cuarentenas masivas, y la ausencia de fieles en el fin de semana en el que los alrededores del Vaticano suelen estar colmados de personas fue el marco para una aparición cinematográfica de un Papa que, de frente a la pandemia, planteó que con el coronavirus «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados».

En esa etapa de restricciones a los desplazamientos, Francisco cambió sus formas de comunicar con los fieles e inició una maratónica sesión de misas matutinas, que supusieron durante semanas sus únicos vínculos con millones de personas que lo seguían por streaming desde todo el mundo, y en las que fue reconociendo, recordando y destacando las figuras de distintos grupos de personas: desde la labor de los enfermeros y médicos, hasta el dolor por los ancianos muertos en soledad, y el pedido para que se cumplan las medidas dispuestas por los gobernantes.

En las últimas semanas del año, luego de haber cancelado o pospuesto una decena de eventos a causa de la enfermedad, las palabras del Papa se han dirigido especialmente a un deseo, como expresó en su reciente mensaje navideño: «Que haya vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables», reclamó.

En medio de la pandemia, el pontífice publicó en octubre su segunda encíclica, «Fratelli tutti», en la que hace eje en la fraternidad para convocar a «rehabilitar la política» como forma de construir el mundo poscoronavirus, para el que dejó en claro, de todos modos, que «el mercado solo no resuelve todo» y denunció los «estragos» que causa «la especulación financiera» en el mundo.

Además de los hechos vinculados a la pandemia, que entre otras cosas provocó que 2020 fuera el primer año sin viajes papales fuera de Italia desde 1978, Francisco no detuvo su actividad hacia dentro y fuera del Vaticano.

En octubre, por el impulso constante del pontífice, el Vaticano logró el hecho más importante en su política internacional y renovó por otros dos años el acuerdo que había firmado con China en 2018 para la designación conjunta de obispos, que supone un paso histórico en el acercamiento bilateral, y que le había valido el cruce más duro de su pontificado con Estados Unidos, férreo opositor al acuerdo.

Puertas adentro, el Papa logró renovar su consejo asesor, que pasó a estar integrado por ocho cardenales, y dio pasos decisivos para la redacción de uno de los objetivos centrales de su pontificado: la redacción de una nueva Constitución apostólica, que reemplazará a la que está vigente desde 1988, y que será promulgada el año próximo para asentar de manera definitiva varias de las reformas de Francisco, especialmente toda la nueva normativa incorporada para la lucha contra la pederastía en la Iglesia.

Francisco convocó además a su séptimo consistorio como Papa, en el que creó a 13 nuevos cardenales, y avanzó con la descentralización del Colegio Cardenalicio, la institución que elegirá a su sucesor: si cuando Jorge Bergoglio fue elegido en marzo de 2013 el 52% de los purpurados era europeo, ahora solo el 41% lo es.

A lo largo del año, desde el encuentro que tuvo a inicios de febrero con el ministro de Economía, Martín Guzmán, y la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva, el Papa ha insistido también con su pedido para que se condone la deuda externa a los países más pobres, como primer y necesario paso para la construcción de una «nueva arquitectura financiera internacional» que reclama, inspirado, según el mismo reconoció, por varias economistas mujeres, como la ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato.

En ese marco, un decreto del Papa de junio dispuso una nueva legislación de compras con eje en «transparencia, centralización y competencia», por la que el Vaticano dejará de comprar «bienes, servicios, obras y trabajos» a empresas y personas que tengan su sede en paraísos fiscales o que tengan accionistas residentes en esos Estados.